1929. Los hijos de la revolución Bolchevique se abrían paso mostrando un nuevo truco. Secreto visual ofrecido en forma filantrópica para modificar el plano fijo. La máquina como protagonista, la máquina suspendida y cohabitando con los seres, desplazándose sola para capturar un lenguaje único: El cine-verdad. El certero ataque de los Kino-pravda con El hombre de la Cámara.
El simulacro alzó los soñolientos
Párpados y vio formas y colores
Que no entendió, perdidos en rumores
Y ensayó temerosos movimientos.
Jorge Luis Borges
Por Carolina Ángel Idrobo
Especial para Tercera Órbita
Dziga Vertov. Un nombre que significa movimiento continúo. Un director que rescata el lenguaje propio del cine al plantearlo como un arte independiente cuya realización e instante creativo no necesitan de la literatura, el teatro, la fotografía, u otras artes involucradas en la realización de una película. Un filólogo del cine documental que participó en la instauración de un género cinematográfico, en la creación de un lenguaje cuyos principales elementos son la exaltación a la cámara como el camino material a la alquimia del cine y la reconstrucción de la realidad mediante la unión de fragmentos de la misma, de acuerdo a temáticas determinadas por el creador: el Cine-Ojo como representación y los Intervalos como puesta en escena de la Vida de improviso, la principal consigna del cine vertoviano y el origen del cine documental.
EL HOMBRE DE LA CÁMARA
Una película cuyo escenario es la ciudad, y sus protagonistas son los espectadores, las masas, los sujetos. Cuyas principales estructuras descansan en La dualidad Ojo-humano, Ojo-máquina mostrada continuamente mediante un montaje exquisito que mezcla la vida cotidiana con el instante creador y expositor de una película, convirtiendo así a los espectadores en sujetos partícipes del proceso de filmación, concientizándolos de su papel social mientras muestra el cine como algo natural, un arte que explora la vida y que por ello debe retomar escenarios reales, personajes reales. Sujetos que sean espectadores y protagonistas.
Para Vertov, la cámara y el montaje juegan un papel intermediario en la mirada humana entre el original y el reflejo de la realidad como parte de la magia del cine, instalan desvíos de la vida, la ciudad y la humanidad, borrando así la línea divisoria entre realidad y ficción en el imaginario colectivo del público. De esta manera Vertov destruyó simbólicamente la figura del cine espectacular en un acto político y social que reivindica al espectador como sujeto e individuo colectivo, que es a la vez participe del film en tanto se reconoce en él.
El Hombre de la Cámara es un homenaje a la ciudad como escenario, a la complejidad humana, al individuo como protagonista, al cine como representación artística y social de la realidad, a las máquinas como generadoras y posibilitadoras de las dinámicas sociales de las ciudades contemporáneas, a la cámara como máquina representadora de la realidad y al montaje como re-elaborador de esa realidad, como factor humanizador de la cámara.
EL DESPERTAR DEL CINE OJO
Usar la cámara como un ojo fílmico más perfecto que el ojo humano
para explorar el caos de los fenómenos visuales
que llenan el universo…
Un ojo fílmico, un ojo mecánico,
Una máquina que os muestra el mundo
solamente como yo puedo verlo
Dziga Vertov
Un disgusto visual, un ojo sensible a la luz, herido por ella: el ojo de una mujer que se levanta mientras la ciudad empieza su ritmo social, su ciclo diario vital. Un ojo mecánico, el ojo de la cámara, el ojo máquina que busca en la ciudad en su despertar, imágenes que son ajenas al ojo humano. La luz del sol no trastorna el ojo mecánico, el movimiento no es impedimento para este ojo: la máquina logra captar lo que escapa al ojo humano.
La cuestión Ojo-humano, Ojo-máquina, está planteada como uno de los ejes centrales de la película El Hombre de la Cámara. La cámara se mueve al ritmo de la ciudad, ese escenario real que se representa a través de la máquina, al paso de los individuos y las masas, de los objetos y maquinarias; se introduce en un mundo inexplorado para captar acciones, movimientos, emociones imperceptibles al ojo humano. Este es el Cine-Ojo, la representación fílmica de la realidad, uno de los símbolos esenciales de El Hombre de la Cámara simbolizado en la metáfora Impotencia del Ojo Humano – Omnipotencia del Cine Ojo: Conciencia de la existencia de esa cámara detrás de la cámara, de ese ojo que todo lo ve, que está afuera, en la calle o en la fábrica, esperando captar la vida de improviso, el movimiento de la ciudad y la realización fílmica.
El proceso de filmación y la intervención de la cámara que plasma las acciones y los cuerpos, son mostrados explícitamente en este film que materializa y sublima la máquina cinematográfica colocándola en el lugar de el otro que mira, dándole una esencia social, una razón política a ese objeto humanizado.
LA SALA DE LOS INTERVALOS
El montaje deja de lado cualquier posibilidad de establecer un relato cronológico o lineal. En esta etapa se establecen las verdaderas relaciones y situaciones entre temas, acciones, personajes, objetos, con la permanente referencia y reflexión sobre el lenguaje y la tecnología fílmica.
Dziga Vertov
Una sala de cine. Espectadores atentos al inicio de una película. Una mujer durmiendo, y la ciudad. Vagabundos, tranvías, palomas, un hombre con una cámara. El ojo de la mujer, el ojo de la cámara. Se crea la tensión entre estas dos cuestiones. La aparición de masas, las panorámicas y los primeros planos intercalados. El hombre con la cámara recorre la ciudad mientras otra cámara lo persigue. Se materializa el ojo omnipresente que todo lo ve. La superposición de imágenes, máquinas, cámaras y personas corriendo, la aceleración de sus pasos, de las ruedas de las máquinas, el trabajo manual, las risas de la gente. La llegada a la sala de cine, la mirada del espectador mientras observa el despertar de la ciudad, el hombre con la cámara tomando imágenes aquí y allá. La cámara se hace visible, la sala de montaje se hace presente, se plantea la cuestión de una mujer como interventora de la realidad. En la sala de montaje se suspenden las leyes de la realidad para re-elaborarla. Esta es la sala de los Intervalos. Lugar donde el creador pega y corta, donde traza la fantasía a través de secuencias de imágenes que forman historias individuales y colectivas que sitúan a los ciudadanos en un escenario cotidiano y común en el que comparten experiencias mientras descubren la magia del cine en la subjetivización de los espectadores dentro del film.
El montaje: técnica que potencializa el poder de una máquina, el de la cámara cinematográfica. Que transforma al espectador de El Hombre de la Cámara al permitirle encontrarse en el film develando el misterio del cine como producto de un dios creador, de una realidad particular de acuerdo a un punto de vista.
El Hombre de la Cámara es la reflexión del cine sobre el cine, de un film sobre sí mismo. Muestra el camino material del sueño del cine. Deconstruye la ilusión en cada una de sus partes creadoras para mostrar que sin el hombre, sin la sociedad, sin las acciones de los individuos, el cine no existiría. Y a su vez sin la magia del cine, sin las cascadas de imágenes superpuestas, sin las historias visuales, sin la cámara, sin el hombre detrás de la cámara, sin la sala de intervalos, el mundo carecería de interés. El Hombre de la Cámara es la profetización de la unión máquina – técnica como ensamble de la realidad, como creación de otra realidad que se convierte en la utopía de los individuos. Esa utopía se llama película.
Les invitamos a apreciar esta pieza magistral del cine documental.