El pasado 31 de julio, la tripulación de Tercera Órbita fue invitada a moderar el conversatorio con la reciente ganadora del Premio Nacional de Escritura en la modalidad de cuento, la profesora Jenny Valencia Alzate, también conocida por algunos mortales como Malicia Enjundia.
Extraemos de aquella tertulia sus apreciaciones sobre el cuento, su método creativo y sus motivaciones espirituales y culturales.
El evento fue realizado en Deborondo café- hostal, cuando apenas regresaba a Cali después de su premiación en Bogotá y se disponía a partir al día siguiente a recibir el Premio Brasil de los sueños en la modalidad de cuento, en Salvador de Bahía.
Cuando la vida es cuento. Primera entrega.
Tercera Órbita: ¿Por qué elegiste el cuento como un género fundamental para tu proyección literario?
Jenny Valencia Alzate: La primera vez que hablé con un editor me dijo tengo 120 libros de cuentos por publicar y ninguno me gusta, si tiene alguna novela llámeme o si se gana un premio de poesía búsqueme, y me colgó. Yo llegué muy contrariada donde un amigo que había sido mi editor y le conté lo que me había pasado, y él me dijo que el cuento era un género menor y yo escribía cuentos. Pero paradójicamente quizá el cuento es el género oral más antiguo de la humanidad. Entonces por qué cuento, pese a todo eso, porque cuando tuve la pulsión de escribir no sabía y tampoco me hubiese importado que fuese un género menor. Simplemente escribo cuentos porque no me gustan los rodeos, porque es un género preciso, porque es lo que es. En el cuento no tienes que decir porque pasan las cosas, sino que simplemente cuentas que pasaron las cosas. Y también es por la manera en que he vivido y me ha tratado la vida, que eso uno no lo escoge. Entonces yo siento que desde los 4 años he vivido una historia tras otra, que yo no he escogido, sino que me la ha traído la vida y no he tenido la oportunidad a veces de asimilar una para que me pase otra historia. Y siempre esas historias han estado atravesadas por pequeños conflictos a los que les he tenido que hacer frente para poder seguir viviendo, y el cuento es eso. Es una historia corta donde un personaje atraviesa o enfrenta un conflicto y tiene que actuar frente a ese conflicto hasta que tiene un desenlace óptimo para el personaje o a veces el conflicto se lo traga. Si tuviese que resumir, me gusta el cuento porque no me gustan los rodeos y porque es una puñalada certera al centro del corazón, el cuento es como tener puntería. En cambio, en la novela podés dar todos los rodeos que quieras para contar una historia, en el cuento no, digamos que escribo cuentos porque soy impulsiva.
T/O: ¿Pero te aburre leer novelas?
J.V.A. No. Amo leer novelas, paradójicamente soy lectora de novelas. Me gustan mucho las novelas cortas, pero también hay novelas largas que me gustan muchísimo, porque en términos narrativos del lenguaje yo bebo de las novelas. Los maestros de la narrativa que yo he tenido son novelistas que he leído y me ha gustado el tratamiento del lenguaje que tienen.
T/O: Alice Munro, ganadora del premio Nobel, ha cultivado el cuento, ¿ella hace parte de tu inspiración?
J.V.A. No la he leído, fíjate que tengo un gran conflicto por solucionar y una deuda gigante con las escritoras; obvio que he leído escritoras, pero por la tradición que tuve y de lo que he podido echar mano de alguna manera, casi todos los escritores que he leído son hombres, también he leído escritoras, pero no en la misma proporción como los hombres que he leído. Pero te puedo hablar de que me leí los cuentos de Marvel Moreno y me pareció un gran descubrimiento haber leído a esa escritora, que existió en el boom latinoamericano y estuvo obviamente opacada por todo ese patriarcado de escritores tan buenos que había dentro de esa narrativa, y además con el estigma de ser la compañera sentimental de un intelectual de esa época; cuando yo descubrí los cuentos de esa mujer tuve una gran revelación. Quisiera leer a Adelaida Fernández, Premio de las Américas y a Zoraida Cáceres, premio reciente del Jorge Isaacs.
T/O: El cuento con el que ganaste el Premio Nacional de Escritura es un cuento que como Buziraco Fútbol Club o El diablo del Barrio Obrero y otros cuentos de terror, está relacionado con el acervo mitológico y legendario de nuestra oralidad. Cuéntanos de esa relación, por qué recurrir a ello para escribir tus cuentos.
J.V.A: Ha sido algo inconsciente. Hace dos días recibí el Premio Nacional de Escritura y una escritora que me estaba entrevistando me decía que en mi cuento había sentido una marca de las leyendas orales colombianas y yo me sorprendí. Eso ha ocurrido de manera inconsciente, pero a la vez soy consciente de que seguramente surgen porque yo crecí en una zona de Colombia que es Dos quebradas, Risaralda, una zona campesina al lado de un río, y siempre, en un lugar por donde pasa agua, pasan seres sobrenaturales porque el agua trae muchas cosas. Entonces a mí no me regañaban o advertían amenazándome con la correa o con la chancla, sino diciéndome: es que si no te portas bien o si te escapas, se te va a aparecer alguien o algo detrás de esa piedra donde tu abuela la vio un día, o tu tío salió por la noche y vio algo detrás de la casa. Entonces crecí con seres que incluso llegué a escucharlos y a verlos (Risas). Es imposible que en ese ambiente de misticismo y de premonición no se me cuele en la escritura, porque yo sí creo firmemente que uno no escribe sobre lo que no conoce, puede que uno haga una investigación sobre documentos y pille, pero finalmente a uno como que se le salen en los textos las resonancias espirituales de todo lo que ha vivido desde niña. Y luego cuando llego a Cali, pues con todo ese cuento que tenemos con El diablo me vi llamada a hacer un pagamento a esa figura en mi literatura para poder seguir. Lo mío es una relación íntima con todos esos seres sobrenaturales de la oralidad colombiana en distintas ciudades, en este caso Pereira y Cali, que sería imposible ignorar, me caería una maldición gigante donde los ignore (Risas).
T/O: ¿Cómo haces para sintetizar y sincretizar ese mundo místico y sobrenatural del campo para proponer nuevas leyendas urbanas en tus motivos literarios?
J.V.A: Puede ser, y tiene que ver, con que vivo en el campo hasta los 6 años en Pereira rodeada de seres sobrenaturales, y luego llego acá y me dicen que se apareció El diablo en los años 90´s en Juanchito, en una urbe donde hay carros, autopistas y edificios; pero también tiene que ver, y no olvidemos que la población colombiana a veces contra su voluntad es itinerante, entonces también como a mí me desplaza la tristeza de Pereira hacia Cali, porque mi papá se murió cuando tenía 4 años, es un desplazamiento principalmente emocional, mi madre pasa a ser una madre soltera y se viene triste hacia esta urbe. También sabemos que hay muchas poblaciones acá en Cali que han sido desplazada por la violencia armada y que se traen todos esas tradiciones, cuentos y narraciones. Entonces es sencillo, así como en la época de la diáspora africana los esclavizados no llegaban solos, sino que llegaban con todos esos dioses y esos orishas y se los traían, y esos orishas también tuvieron que aprender a vivir acá con todo lo nuevo, con todo lo extraño y desenvolverse, entonces en cada nivel de la migración, por decirlo de alguna manera, uno se trae cosas que conviven con uno y empiezan a adaptarse, entonces yo creo que por esa condición de haber pasado del campo a la ciudad desde los 6 años, pues se vinieron conmigo todas esas historias fantasmagóricas y eso se quedó conmigo hasta hoy, y repito: eso se cuela en los libros que escribo, es inevitable.
T/O: En Agua, tu cuento ganador del Premio Nacional de Escritura, notamos algunas características ejemplificantes que hacen parte de la tradición de la fábula donde hay una moral, un castigo, un premio o una normatividad. ¿Por qué incluiste ese recurso en tu relato?
J.V.A: En San Basilio de Palenque, que fue donde yo aprendí y tuve conciencia de eso, me contaban que esos seres sobrenaturales se utilizaban para poder regular a los niños en su comportamiento … No te vayas después de las 6 de la tarde a bañar al arroyo porque se te aparece el mohan o la mohana. Pues es para decirle a los niños: no pueden salir de noche. Incluso mira que un estudiante de mi clase de séptimo grado, de 12 o 13 años, cuando estábamos leyendo El duende me dijo: profesora, es que El duende es la representación de los pedófilos, si tú le dices a los niños que no se vayan solos al monte porque se los lleva un hombre pequeñito, que los emboba con dulces, eso para mí es una representación de la pedofilia. Yo dije qué claridad, entonces conecté eso con lo que me dijeron en Palenque, que las leyendas se utilizaban para advertirles a los niños de los peligros que había en ciertos contextos a ciertas horas fuera de la casa. Por eso te digo que el cuento es el género más antiguo de la humanidad, pero es un género menor.