En Órbita

¿Por qué no dejan ya de bloquear?

Escudos azules

Aunque 75% de la población está de acuerdo con el paro (Datexco, 12 de mayo), el sector empresarial señala de terroristas a los manifestantes e insta al gobierno a usar la "legítima defensa" contra los bloqueos al no comprender por qué el paro continúa. Compartimos con ustedes la visión de una joven manifestante en los días de paro en Colombia.

Por Lunar Venté Sapuyes

Especial para tercera órbita

Nadie puso de acuerdo a nadie. No son células comandadas por una inteligencia supranacional o local. Es la imbricación inevitable de los destinos que habitan el territorio, el barrio, la ruta que lleva al parque, a la piscina, al gimnasio, a la casa de tu amigo, de tu hermana, de tu familia, de tu iglesia, tu comunidad, tu círculo, tus socios, tus colegas, tu ilusión. Es el tejido inevitable de Cali, la ciudad del afuera, la ciudad del amor. La ciudad que es capaz de reconocer a otro porque le ha visto antes. No tenemos claro cuándo ni en que circunstancia, no importa si me engañan mis instintos, debe ser bueno y si es la primera vez que nos vemos mejor que sea agradable porque vos podés ser la persona que me lleve a casa herida o inconsciente para que viva un día más.

Y casi todos y todas lo comprendemos, pero no puede ser que uno quiera que todo se solucione de una sola. Ya cayó la reforma, por qué continúan los bloqueos, no ven que las empresas viven al debe y nadie va a lograr que los bancos se concienticen de la situación de orden público. El alquiler no para porque el arrendatario vive únicamente de la renta de su espacio y cuenta conmigo, y si nos sacan no tengo adónde llevar el trasteo de mi planta de producción. Por qué no pueden comprender que hay gente como ustedes que vive de su trabajo en mi planta y yo no puedo pagarles sin producir porque no alcanza para tanto. Vivimos al día realmente, he hecho inversiones para crecer y si no cumplo las metas todo mi esfuerzo se irá al traste y nadie va a devolverme el dinero, ni mi bienestar. Yo también tengo derecho, ¿no?

En la loma de la dignidad 1 de mayo de 2021

Cierto. Y ¿entonces qué hacemos? Porque los manifestantes no confían en el gobierno, pero los empresarios no pueden confiar en el paro, cuándo se vio que el pueblo subsidiara a la empresa privada. Se vio en la pandemia, muchos trabajadores, sobre todo de la salud, decidieron seguir trabajando por el carácter imprescindible de su vocación, aunque no recibieran pagos.  El vendedor de piña es también un emprendedor que llega cada día al sitio de concentración, al plantón para rebuscarse lo de del día, porque igual que usted él es empresario, vive al día.

Y para que la piña se venda en el bloqueo ha tenido que crecer durante unos meses, ha sido cosechada por campesinos y ha sido embarcada en alguna flota hasta la ciudad, y para ello ha sido necesario algunos jornaleros, mecánicos y estaciones de servicio. Pero es evidente que el vendedor de piña no arriesga tanto como el empresario que la suda para tener y mantener su planta; da empleo a más gente y paga impuestos, no como el susodicho vendedor ilegal de piñas. Igual todos sabemos que hay empresas que tienen empleados pero no pagan impuestos porque existen solo en la imaginación legal de Cámara y Comercio (de Colombia y Panamá). 

Es fácil si uno no lo mira con lupa para ver moléculas, sino como una conjunción de fuerzas, el encuentro en una encrucijada de distintas multitudes de descontentos o como la confluencia de aguas tributarias que da lugar a un inmenso y caudaloso río. Lo que ha conectado a tanta gente es el haber recobrado la memoria. Es el deseo de romper con el tiempo circular de las estirpes condenadas a cien años de soledad; es la inaudita confianza en que el futuro puede ser mejor o al menos diferente.

Ya no más agradece que tienes trabajo, que hay mucho cristiano sin provenir, el mundo fue y será una porquería así que mejor te cuidas, y sálvate a ti mismo que al que madruga Dios le ayuda, no te distraigas, nuestra honra, nuestro honor es el trabajo, aunque también, nadie es imprescindible y te pueden echar cuando quieran, como la muerte que llega sin avisar y ni siquiera es trascendente, uno se muere y el sol sigue saliendo, eso es completamente injusto. 

¿Comunismo?, ¿socialismo? No, simple lógica racional y generosidad de información. El propósito de un Estado es el mismo que el de una miga, todos contribuyen para que juntos seamos más difíciles de vencer, porque juntos sobrevivimos mejor. El Estado depende tanto de sus habitantes como sus habitantes de él. Nadie pagaría para que alguien viniera a golpearte hasta morir o para que abusen de sus hijas o para que el banco le pegue mordiscos a su sueldo, ¿verdad?

Así que está bien difícil que podamos tener calles desbloqueadas mientras estemos pagando para que nos ultrajen y se burlen de nosotros (y de ustedes, si es que no se han pillado que estamos en mismo barco). Sí, entiendo que dé miedo que la alteración del orden público nunca más regrese a su normalidad, o al menos a algo que se le parezca; de hecho compartimos el miedo de que normalicemos esos crímenes de Estado y sea nuestro nuevo pan de cada día como lo llegó a ser el asesinato de líderes y lideresas sociales.

Tenemos miedo. Sería correcto abrazarse. Nunca sabremos qué antepasado nuestro o vuestro traicionó primero, pero ahora deberíamos concentrarnos juntos en sobrevivir; ya estamos más que seguros que corremos peligro. Somos interdependientes, pongámonos esta vez del mismo lado contra la ilegalidad molecular rampante que subyuga nuestros pueblos.

Por eso el paro continúa. Y los bloqueos son un medio coercitivo, sí, admitámoslo. Nunca antes habían durado tanto, como nunca antes estuvo tan claro que una pequeña parte de la sociedad está quedándose con nuestras ganancias y que ha sobornado a la cúpula de las fuerzas Estatales y ahora nos amenaza de muerte cuando le hacemos el reclamo. Todavía muchos no lo ven, se alegran de las migajas porque no se enteran del pastel. Si levantamos los bloqueos, dejaremos de hablar de esto, volveremos a vivir como mascotas, agradeciendo el empleo, agradeciendo la generosidad de quienes nos han robado todo este tiempo. Es como si el dinero de la administración del conjunto residencial sirviera de plante para los negocios de la presidenta y la junta administrativa comprara a la empresa de seguridad para ponernos en nuestro lugar si les levantamos la voz y exigimos que por lo menos renuncien. Algunos de ustedes ya estarían sacando sus 38 para defender su capital, su propiedad y hasta su masculinidad.

En esa ficción del conjunto residencial nosotres representamos los que piensan que sí, han robado como todos han robado, pero han administrado bien el conjunto, nadie pone música duro, los niños no andan por ahí besuqueándose, los adolescentes no se parchan en los lugares comunes a fumar y beber, para eso está el salón de eventos, siempre bajo supervisión de nuestra honrosa empresa de seguridad privada, se vive bien y tranquilo.

Es hora de darnos cuenta de que nuestro bienestar no solo depende de la junta de administración, sino también del conjunto de los habitantes. Pasamos de 35% de pobreza a 42%, eso no es solo una cifra para sentir compasión por aquellas almas infortunadas. ¿Por qué esos vándalos que bloquean no se van de una vez a sus casas? Porque es casi la mitad de la población que come escasamente una comida al día. ¿Por qué no cogen oficio? Porque no tienen empleo; porque el 16% del mercado laboral colombiano estaba desempleado en febrero de este año.

Los camioneros están bloqueando, los campesinos están bloqueando, los sindicalistas están bloqueando, los jóvenes están bloqueando, los carrotanqueros están bloqueando. Más rápido se acaba este bloqueo si nos unimos a ellos y le exigimos al gobierno que purgue y juzgue a los miembros de las fuerzas armadas que cometieron abusos, que las autoridades civiles respondan por su decisiones, que se escuche a los gremios que expresan con el paro su descontento, pues se trata de vivir en un país en que quepamos ustedes, nosotras, ellas, él, ella, ello.

En realidad estamos de acuerdo, así que olvídate de la elegancia y el miedo y volvamos a ser parte de la ciudad como lo éramos en la infancia. En Pance, en la cuadra, nos ciudábamos mutuamente, éramos vulnerables pero impenetrables si estábamos sincronizados, conectados, juntes. 

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