En la navidad de 2001 ocurrió uno de los experimentos más audaces en la historia del cine. El maestro Alexander Sokurov se atrevió a rodar un plano secuencia de 90 minutos confirmando con ello que el cine es un arte joven cuando la creatividad se pone en juego y que la escuela rusa sorprende cuando es llamada a la línea de fuego.
El modelo colectivo sin la pretensión del cine ideológico…
Hay experiencias cinematográficas en las que el receptor puede terminar helado o delirante ante la lucidez y virtuosismo de un creador. Es entonces cuando interpretamos que no todo está agotado en el lenguaje cinematográfico y que el objetivo del cine moderno es romper antiguas estructuras para llevar la experiencia visual a posibilidades nunca antes expuestas.
El Arca Rusa reúne como obra de arte y producto cultural una pléyade de detalles dignos de exaltar e inscribir dentro de la historia del cine como pieza de culto. Rodada en el antiguo palacio de San Petersburgo, ahora Museo del Hermitage, este filme nos sumerge en el imaginario de tres siglos de la historia rusa con la sutileza de un narrador que nos dice estar muerto, y que en ocasiones interactúa con un personaje que aparece y desparece a manera de leitmotiv basado en el Marqués de Custine que visitó Rusia en 1839 y escribió un libro sobre su visita. Los diálogos que se establecen entre narrador y visitante son de una carga irónica y mordaz exponiendo la distancia entre Europa y Rusia como cultura e historicidad política.
Esta cámara subjetiva se desplaza por 33 salones para mostrarnos la suntuosidad de la desaparecida corte zarista.
Fue grabada en video de alta definición y la toma fue ejecutada por el operador de Steadicam Tilman Büttner, cuyo brazo ya había sido puesto a prueba en la recordada película Corre Lola corre.
Al reto acudieron cerca de 800 actores, tres orquestas sinfónicas y 22 asistentes de dirección.
El despliegue de la dirección de arte es monumental, el espectador es impactado por coloridos y refinados vestuarios que muestran no sólo los roles sociales, sino las transiciones de las épocas. A cada paso del camarógrafo se avanza y se descubre las obras de arte, los personajes históricos y artísticos, las comitivas que visitan los antiguos palacios de invierno.
El clímax de la narración visual retoma el antológico baile de 1913, el último realizado en el gran salón ofrecido por la Rusia Zarista, tan colosal y expresivo que se remata con una escena de aplausos en una alegoría sobre la obra culminada y la grandeza del alma rusa.
Dirección: Alexander Sokurov.
Países: Rusia y Alemania.
Año: 2002.
Duración: 96 min.
Interpretación: Sergey Dreiden (Marqués), Maria Kuznetsova (Catalina la Grande), Leonid Mozgovoy (Espía), David Giogobiani (Orbeli), Alexander Chaban (Boris Piotrovski), Lev Yeliseyev, Oleg Khmelnitsky, Maxim Serheyev (Pedro el Grande), Natalia Nikulenko (Catalina I), Yuliy Zhurin (Nicolás I), Vladimir Baranov (Nicolás II), Vadim Lobanov (Chamberlan).
Guión: Alexander Sokurov y Anatoly Nikoforov.
Producción: Andrey Deryabin, Karsten Stoter y Jens Meuer.
Música: Sergey Yevtushenko.
Fotografía: Tilman Buettner.
Montaje: Stefan Ciupek, Sergei Ivanov y Betina Kuntzsch.
Dirección artística: Yelena Zhukova y Natalia Kochergina.
Vestuario: Lidiya Kriukova, Tamara Seferyan y Maria Grishanova.
Compartimos con la comunidad orbitante el tráiler del filme y un documental sobre su creación y producción.