Un audaz experimento creativo hizo su aparición en estos días extraños. Una puesta en escena transformada y adaptada a un formato sonoro derivó en un performance desbordante de música, color y experiencia sinestésica. Todo esto amarrado al sentimiento que nutre nuestra humanidad: el amor.
Por Alfonso Carlos Moranda
Especial para Tercera Órbita
I. La invitación
Detenido en Cali, habitando en casa, la vida de esta ciudad se percibe enigmática. La actividad nocturna se redujo a sus mínimas proporciones, la rumba ya no es la misma y eso lo extraña la gente, incluso yo, que pasaba por aquí para sumergirme en sus olas de alegría y terminé confinado en esta urbe que no acoge a los desesperados, como diría uno de sus mentados escritores, y por eso me resigne a la espera, a cultivar la esperanza sin agonía. De esta dimensión impasible fui sustraído por una difusión en redes sociales en que invitaban a una actividad teatral. Era una posibilidad de apreciar arte, de sentir la vida imaginada en una ciudad imaginada, de llenarme de otras formas humanas para conjurar las amenazas de la pandemia y el sistema. Pero más allá de este impulso libertario para empezar a adaptarme desde el arte, causó curiosidad en mí el párrafo que anunciaba la obra: El amor es un estilo de vida, el tema me parecía perfecto para seguir divagando esta soledad. El mundo se abría como una flor después del confinamiento y las salas empezaron a reunir a artistas y asistentes. El momento había llegado, soledad, amor y teatro.
El complemento perfecto para pasar desapercibido y observar la humanidad tras esta liberación de espacio y espíritu que significa habitar la ciudad y sus derivadas artísticas, salir expulsado de casa en busca del arte para regocijarse con lo humano. Entonces dirigí mis pasos hacia la sala del Teatro del Presagio, atravesé el río y me adentré en el norte de esta ciudad, surfeando por entre sus casas de notables diseños arribé al lugar en el elegante barrio Granada.
II. El acto
Las medidas de bio-seguridad de la entrada me recuerdan los meses de encierro que acabo de dejar y siento un leve alivio por estar a prudente distancia de los asistentes. Había llegado a Cali con la idea de una ciudad de abrazos, picos y bailes; donde bailar una pieza de salsa es la mejor estrategia para romper el hielo, unos primeros pasos de armonización corporal, el silencio de los compases iniciales para sentir el olor de la pareja, la respuesta dancística a los cambios rítmicos, la adaptación del abrazo, y si todo iría bien, un par de palabras, sonrisas o el tarareo de una canción para iniciar una nueva relación, fugaz o no, pero una relación. Pero ese no iba a ser el delirio de esa noche, esa noche la efusividad por volver al teatro animaba la velada y podían delinearse las sonrisas tras el tapabocas en una especie de agradecimiento colectivo.
Una mujer me guio sobre una alfombra verde hasta una manta a cuadros rojos y blancos, limitada por una lana, y al centro una canasta iluminada con un velón. Dentro una copa, una venda, una libreta, un lapicero y dulces. Me dijo que en algún momento me ofrecerían vino, que en otro comería los dulces y que la venda la usara al inicio del podcast, para disfrutar mejor la experiencia con los ojos cerrados.
A mi lado ubicaron a tres personas con una humeante pizza. Lamenté no haber pensado en traer comida. Mientras el resto de los invitados se acomodaba, un locutor presentaba las canciones que estábamos oyendo y le hablaba a los oyentes en otros países de América, para quienes estaban transmitiendo. Vasos Comunicantes es una obra para escuchar y la estaban transmitiendo en vivo vía internet. La sensación de estar en un evento presencial y virtual a la vez me provocó un fugaz vértigo y escalofrío. Así de sensible me había puesto el confinamiento.
El locutor anunció el podcast y otra voz presentó el reparto y el equipo. Íbamos a escuchar solo la primera parte de Vasos Comunicantes que se llama El círculo. Me puse la venda como había sugerido la guía, y comprobé que tenía razón sobre la sensación de oír con los ojos cerrados. La calidad del sonido era notable y permitía imaginar la historia como una película. Inevitable fue verme a mí mismo recibir las evasivas de mi última aventura amorosa para no llegar a comprometerse cuando las cosas ya se precipitaban hacia la formalidad. Quedé enganchado de inmediato.
Al final del segundo cuadro nos brindaron una copa de vino, no sé mucho de enología pero sé que un buen vino se caracteriza por saber más a frutas que a alcohol, estimuló mis papilas y me conectó con lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. No recuerdo el nombre del primer cuadro porque no creí que fuera importante, solo hasta el tercero me di cuenta de que cada unidad narrativa era una especie de cuento con principio, nudo y desenlace; cada título era una de esas preguntas eternas que hasta parecen superfluas, pero no lo son. ¿Es el amor, sexo y el sexo, amor? Claramente el amor no es solo buen sexo, diría uno para quedar bien, pero no es fácil distinguir el buen sexo del amor o saber qué es el buen sexo. Al menos para este servidor.
Cuando en el podcast bailaban, en el teatro los personajes bailaban, cuando había lluvia, caían atomizadas gotas de agua con suaves y estimulantes olores; cuando comían en el podcast, mis vecinos devoraban su pizza y yo me empacaba los dulces de chocolate y fresa que había en mi canasta. Me imaginaba a los oyentes de Vasos Comunicantes en sus distantes casas comiendo alrededor de un reproductor de audio, quizá dos amantes mirándose a los ojos y preguntándose sobre el amor y su amor.
Los músicos empezaron a tocar en vivo y nos invitaron a hablar y escribir nuestras opiniones o comentarios en los papelitos de la canasta. La música es original y entre canción y canción alguien hacía una pregunta o el maestro de ceremonias leía lo que algunos habíamos escrito. Recuerdo una de las preguntas: ¿por qué se llama Vasos Comunicantes? El dramaturgo ensayó una respuesta, pero un especta-oyente lo definió mejor: se refiere juego infantil de unir vasos con piolas y contarse secretos, solo que en la obra los vasos son puertas en la conciencia de los personajes. Al salir del teatro iba lleno de tanta fraternidad y amor por este mundo frío y calculador que tuve que sentarme a escribir esta crónica.
III. La creación
Pude ponerme en contacto con ellos a través del Teatro El Presagio, aunque hubiera podido visitar la página y escribirles, porque tenía la esperanza de encontrarme con los integrantes de Marlupana. Ahí estaba Camilo Villamarín, que hizo la voz de Lisardo y las luces del picnic. Luego me encontré por video llamada o vía mail casi con todos los artistas de la producción. Ahí supe que Marlupana nació en las noches de 2018 en medio de las conversaciones que tres amigas y un amigo sostuvieron durante casi seis meses sobre el mal de amor. No voy a entrar en detalle porque abuso del tiempo que usted ha destinado a la lectura de este post y como les ocurrió a ellos o, mejor, elles.
Lucía, Paola, Luis y Ana conversaban y luego Luis escribía; después leían, dramatizaban y pulían cada línea. Las sesiones eran entretenidas y eficaces; la historia fue creciendo como una huerta y con ella, las amigas y amigos fueron llegando, escuchando e influyendo en la obra. Dichos artistas son: Vivianna Hamann, Diana Suárez, Jacobo Pizarro, Camilo Villamarín, Victoria González y Javier Alonso, entre otros que estuvieron y siguen estando cerca del proceso. Según dijo Ana María Gómez, productora general y compositora en este proyecto, Vasos Comunicantes devino en un método para reunirse a hablar de amor, intercambiar vivencias y hacer terapia para sanar heridas y aprender a convivir.
Hubo muchas reescrituras y a inicios de 2020 la obra estaba a punto de ser estrenada cuando comenzó la pandemia y el destino los empujó al radio teatro. Ahí se unió el productor sonoro y compositor Mauro Miranda quien hizo el tratamiento de los audios grabados con celular en las habitaciones íntimas de cada actriz y cada actor, conectados por una video llamada para lograr la calidez del encuentro imposible en aquellos días. Es decir, mientras yo intentaba aplacar mi desesperación, elles hacían lo posible por sobrevivir en un mundo sin espectáculos ni salas de teatro ni rodajes de cine y además grababan los audios que aquel 23 de octubre escuché en el Teatro del Presagio.
La idea era solo transmitir el podcast por radio online. Se necesitaría música y no había cómo pagar derechos de uso, así que Paola sacó sus letras y Lucía las armonizó; Ana María compuso nuevas líricas y Lucía compuso con Luis otra canción. Mauro Miranda también sacó algunos tracks recientes y armaron la banda sonora de Vasos Comunicantes que además puede oírse en Sound Cloud.
Esperaban estrenar antes de que acabara el confinamiento, pero el mundo volvió a la normalidad antes de que el podcast estuviese a punto, así que contemplaron la idea de presentarse en el Teatro del Presagio que dirige Camilo Villamarín. Fue entonces que nació el radio picnic como un nuevo género escénico, que deja descansar a los ojos ya tan abotagados por las pantallas, y estimula los otros sentidos.
IV. El amor
La humanidad ha pensado el amor desde siempre. Los textos platónicos y socráticos son un revelador ejemplo, sin embargo la discusión está cada vez más presente y atomizada. La respuesta podría ser tan sencilla como a mayor número de habitantes, mayor flujo de emociones centradas en este sentimiento, pero ese sería una justificación estadística, lo que debería importar es la calidad de las emociones. Por eso la democracia influye en los ciclos del amor al proponer relaciones más equitativas para desplazar el pensamiento patriarcal y las actitudes machistas, se decretan leyes para prevenir, procesar y condenar la violencia intrafamiliar, el acoso sexual y la intimidación. O sea que el amor es un reflejo en lo social, sobre él se aplica una valoración y sanción sobre la calidad de las relaciones y hasta los métodos amatorios. Las emociones se ponen en juego y entran en acción.
La obra Vasos Comunicantes, proyectada en el poliamor, es una dinámica de encuentros que delinean la profundidad del ser humano y sus complejidades cuando aman en completa libertad; su discursiva nos sumerge en la posibilidad de creer que la libertad es un estado mental, una utopía que se materializa cuando nos relacionamos y fluyen los acuerdos sobre ella. La experiencia del radio picnic me llevó a escenarios insondables, los dispositivos teatrales se activaban por el escenario circundante y aparecían y desaparecían por efecto de las luces y los espejos, pletóricos de un simbolismo que conectaba con la condición humana en cada reflejo, en cada sombra, en cada sabor, en cada olor, en cada silencio.
El amor se piensa y esta obra lo experimenta y lo expone, tal vez sea el tiempo de que el arte nos salve, nos enseñe e incentive al desarrollo de mejores habilidades socioemocionales para sanar corazones que se van a romper o que ya están rotos. Partí de Cali más lleno de metáforas y sin bailoteo, pero aquella noche de octubre volví a creer en la humanidad y en el amor.
La crónica es el género estrella del periodismo. Su discurso es realista, para ello se elabora con un lenguaje sencillo, poco adornado por las metáforas y la adjetivación porque su función esencial es la de describir espacios, personajes y escenarios de un fenómeno, actividad y experiencia en una secuencia temporal. La narración se desplaza por terrenos y exponen acciones en un contexto. Esta perspectiva discursiva y conceptual es pertinente como estrategia para desarrollar textos escritos, por ejemplo contar lo que ocurre en una localidad urbana o rural o en un evento social o particular. De esta forma se acerca la experiencia a lo que se observa, se siente o se interpreta del exterior circundante. Escribir es construir memoria… estimular este pensamiento fortalece habilidades de lectura, oralidad y escritura.
Narrar una experiencia vivida recientemente para que otros puedan revivir la emoción sentida por el protagonista es un trabajo adecuado para transversalizarse con un evento científico, artístico o social. La estructura de la crónica es la clave para realizar este ejercicio.
Excelente crónica. Estoy de acuerdo con que es momento de prestar más atención al arte!