Kogui - Misak - Nasa
Esta aproximación a la literatura indígena colombiana está centrada en la reveladora obra recopilatoria Antes el amanecer de Miguel Rocha Vivas, destaca el elemento del agua como arquetipo y esencia en la memoria de estos pueblos ancestrales.
Agua, vida y tradición se representan en el paisaje, lugar que se lee como el gran libro que preserva y proporciona valores en su función filosófica y religiosa.
Rastrear el agua en sus relatos invita no solo a descubrir singularidades de sus cosmovisiones sino características geográficas de su territorio sagrado, una especie de cartografía metafísica y telúrica con la naturaleza acuífera como escenario. Esta perspectiva aborda reflexiones en torno a su aprovechamiento educativo como estrategia pedagógica en las comunidades escolares.
Estas tres comunidades se asientan en territorios diferentes pero comparten el agua como simbolismo creador y elemento dominante en su conformación territorial. Esta concepción primigenia caracteriza un tópico común que describe el espacio donde se asientan y se reconocen hoy. Esta información vista como insumo es pertinente para desarrollar acercamientos y sensibilizaciones a partir de los relatos. La naturaleza circundante y explicación morfológica vislumbrada en las narraciones describen las características de un territorio. Estas ideas desplegadas son propicias como materiales para desarrollar actividades. Geografía y cosmogonía se funden para conocer los mitos y orígenes, también los territorios y su sincretismo, una estrategia para traerlo a la contemporaneidad, desarrollar análisis y estimular la comprensión lectora.
También comparten la actitud de leer en el paisaje, la naturaleza es una experiencia pedagógica, a través de los sentidos, las morfologías y explicación de los límites del territorio se develan las formas de sus mundos y se describe una tierra que aún existe en el paisaje y el origen de sus narraciones.
Situemos al pueblo Kogui. Ubicado en la Sierra Nevada de Santa Marta. Un macizo aislado de forma piramidal que asciende hasta 5.775 m.s.n.m y considerada la montaña costera más alta de la tierra. Ante estas cualidades especiales, montaña y mar se unen en el elemento agua. La mirada del nativo se extiende hasta el infinito marítimo, de allí proviene su explicación como especie, de allí asciende la vida y la madre. Ella es la madre del trueno, la madre de los ríos. […] En el relato el pensamiento de la madre universal es una gran totalidad.
Primero estaba el mar. Todo estaba obscuro. No había Sol, ni Luna, ni gente, ni animales, ni plantas. Solo el mar estaba en todas partes. El mar era la Madre. Ella era agua y agua por todas partes y ella era río, laguna, quebrada y mar, y así ella estaba en todas partes. Así, primero solo estaba la Madre. Se llamaba Gaulchovang.
La Madre no era gente, ni nada, ni cosa alguna. Ella era aluna. Ella era espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y memo- ria. Así la Madre existió solo en aluna, en el mundo más bajo, en la última profundidad, sola.
Entonces cuando existió así la Madre, se formaron arriba las tie- rras, los mundos, hasta arriba donde está hoy nuestro mundo. Eran nueve mundos y se formaron así: primero estaba la Madre y el agua y la noche. No había amanecido aún. La Madre se llamaba entonces Se-ne-nulang; también existía un Padre que se llamaba Katakene- ne-nulang. Ellos tenían un hijo que llamaban Bunkua-sé. Pero ellos no eran gente, ni nada, ni cosa alguna. Ellos eran aluna. Eran espíritu y pensamiento. Eso fue el primer mundo, el primer puesto y el pri- mer estante.
Entonces se formó otro mundo más arriba; el segundo mundo. Entonces existía un Padre que era un tigre. Pero no era tigre como animal, sino era tigre en alúna.
Entonces se formó otro mundo más arriba, el tercer mundo. Ya empezó a haber gente. Pero no tenían huesos, ni fuerza. Eran como gusanos y lombrices. Nacieron de la Madre.
Entonces se formó el cuarto mundo. Su Madre se llamaba Sáya- gaueye-yumang, y había otra Madre que se llamaba Disi-se-yun-taná y había un Padre que se llamaba Sai-taná. Este Padre fue el primero que sabía ya cómo iba a ser la gente de nuestro mundo y fue el prime- ro que sabía que iban a tener cuerpo, piernas, brazos y cabezas. Con él estaba la Madre Auine-nulang.
Entonces se formó otro mundo y en este mundo estaba la Madre Enkuáne-ne-nulang. Entonces no había casas todavía pero ahora se formó la primera casa, no con palos ni bejucos y paja, sino en aluna, en el espíritu no más. Entonces ya existía Kashindukua, Noána-sé y Námaku. Entonces ya había gente pero aún les faltaban las orejas, los ojos y las narices. Solo tenían pies. Entonces la Madre mandó que ha- blaran. Fue la primera vez que [la] gente habló, pero como no tenían lenguaje todavía iban y decían: sai-sai-sai, («noche-noche-noche»). Ya había cinco mundos.
Entonces se formó el sexto mundo, el sexto puesto. Su Madre era Bunkuane-ne-nulang; su Padre era Sai-chaká. Ellos ya iban forman- do un cuerpo entero con brazos, pies y cabeza. Entonces empezaron a nacer los dueños del mundo. Eran primero dos: el Bunkua-sé azul y el Bunkua-sé negro. Se dividió el mundo en dos partes, en dos lados: el azul y el negro, y en cada uno había nueve Bunkua-sé. Los del lado izquierdo eran todos azules y los del lado derecho eran todos negros.
Entonces se formó el séptimo mundo y su Madre era Ahúnyiká. Entonces el cuerpo aún no tenía sangre pero ahora empezó a formar- se sangre. Nacieron más gusanos, sin huesos y sin fuerza. Ya vivió todo lo que iba a vivir luego en nuestro mundo.
Entonces se formó el octavo mundo y su Madre se llamaba Ken- yajé. Su Padre era Ahuínakatana. Entonces nacieron los padres y dueños del mundo. Eran treinta y seis padres y dueños del mundo; eran cuatro veces nueve padres y dueños del mundo. Así nacieron: Seihukúkui, Seyánkua, Sintana, Kimáku, Kuncha-vitauéya, Aldau- huíku, Akíndue, Jantana y Duesangui. Ellos fueron los primeros nueve padres del mundo. Pero cuando se formó este mundo, lo que iba a vivir luego no estaba aún completo. Pero ya casi. Entonces había aún agua en todas partes. Aún no había amanecido.
Entonces se formó el noveno mundo. Había entonces nueve Bunkua-sé blancos. Entonces los padres del mundo encontraron un árbol grande y en el cielo sobre el mar, sobre el agua, hicieron una casa grande. La hicieron de madera y de paja y de bejuco, bien hecha, grande y fuerte, como una cansamaría grande. A esta casa la llamaban Alnaua (Aluna). Pero no había tierra aún. Aún no había amanecido.
El lugar que ofrece a sus hijos es el origen, centro y fin del mundo. El epicentro de todos los pisos térmicos posibles, la condensación de una tierra representada en agua como ascendencia y elemento de supervivencia en la descendencia.
Cuando nacieron los padres del mundo, ellos empezaron a secar la tierra. Empujaron el mar más allá e hicieron zanjas para secar el piso y canoas para navegar por el agua. La Madre bebió la mitad del mar. Montañas se formaban de la tierra y el agua se retiró. […]
Este nuevo estadio aparece después de 8 creaciones y progresos generacionales anteriores y que anticipan el tiempo de los humanos como civilización. Esta secuencia de creación de mundos se asocia a los nueve meses de gestación, pero también es perceptible de interpretarse como una relación con la profundidad en sus niveles continentales en la continuidad de la sierra desde o hacia el fondo del mar.
Focalizar desde esta posibilidad permite apreciar la conformación y el mito originario unidos, y al igual que las narraciones primigenias, se alude a la intención de leer el paisaje como mapa cósmico.
Respecto a los pueblos Nasa y Misak, el territorio de sus asentamientos ha sido ocupado por varios procesos y generaciones pero el agua los une como origen en sus mitos. Esta concepción se deriva del potencial hidrológico del lugar, una tierra de grandes elevaciones montañosas, valles y depresiones por donde corren ríos y quebradas que se desprenden de las altas lagunas. Aquí la noción de altura es esencial para acercarse a los motivos cosmogónicos.
Para el pueblo Nasa el primer concepto es un lago sostenido en el cielo, se establece la dualidad arriba abajo con el elemento dominante: el agua. De la unión del sol y la luna aparecen las estrellas que nadan en sus contornos. Todo se refleja arriba y se expresa abajo, en la tierra sagrada.
Uno de los seres vivientes que se demoró un poco en conseguir su pareja fue «Nuestro Padre Estrella»; nadie quería ser su pareja. El señor Estrella de tanto recorrer y no encontrar mujer para esposa se estaba aburriendo mucho, hasta que vio a una mujer muy bonita y empezó a conquistarla pero [ella] empezó a huir de él. Ella se llamaba Agua; ella vivía en lo alto de las montañas y vivía quieta en forma de laguna. Cuando el señor Estrella empezó a conquistarla, ella empezó a esquivarse del hombre; desde ese momento el Agua empezó a correr pero su cuerpo quedaba en la laguna… Al pasar el tiempo se entendie- ron a maravillas, hubo mucho amor entre las parejas. El señor Estrella desprendió una de sus puntas y la penetró en el ojo del agua y desde ese instante la señora Agua quedó en embarazo, a los nueve meses nació el primer niño, este era nasa… Al darse cuenta otros parientes de la Estrella y la señora Agua empezaron a enamorarse y así hubo varios partos, y así creció la humanidad nasa porque entre diferentes parejas estrella y agua tuvieron varios hijos nasas hombre y mujer y en diferentes partos de la tierra. Luego los paeces comenzaron a casarse enamorándose entre nasas de diferentes padres y sectores.
Empieza a descender el agua, se desprenden por sus bordes y pendientes los primeros hilillos que formaran ríos, sin embargo la esencia de mujer sigue reposando en la laguna. La narración alude a esta transición y transformación nombrándola desde el género, instala la diferencia y prolongación. De ella viene el agua porque fue concebida de la conjunción con una estrella. Aquí el elemento femenino prevalece como elemento fundacional, y al igual que los kogui, participa en la evolución de los mundos y aparición de la humanidad.
Esta unión cósmica es una alegoría del espacio. El territorio está dominado por lagunas. Se considera una de las reservas hídricas del país, origen de ríos prominentes y santuario de la naturaleza. Esta fusión entre espiritualidad y geografía, entre territorio y simbología, es el insumo para desarrollar materiales y actividades. El Macizo Colombiano desde estas perspectivas literarias se convierte en herramienta para describir y descubrir lugares y características de la naturaleza. De esta forma se reduce la atemporalidad y se pone en situación una problemática real con raíces en la cosmovisión de los pueblos originarios. La problemática sobre estos territorios es cada vez más la defensa de la tierra y el agua. Connotaciones sociales que expresan el riesgo de extinción de la humanidad entera, no solo para los hijos de la estrella y la laguna. Elementos que pueden concebirse en la transversalidad de las disciplinas para desarrollar conceptos (ciencias sociales, ciencias naturales, geografía, literatura y lengua y cosmogonía indígena).
El pueblo Misak comparte la noción de laguna originaria, sin embargo ésta es fecundada por un elemento abstracto que se aposenta en su superficie, se representa en forma circular y alude a la espiral de la galaxia y el arco iris. Bajo este simbolismo aparecen fenómenos que se relacionan con los ciclos hídricos.
Primero era la tierra… y eran las lagunas, grandes lagunas. La mayor de todas era la de Nupisu, Piendamú, en el centro de la sabana, del páramo, como una matriz, como un corazón; es Nupirrapu, que es un hueco muy profundo. El agua es vida. Primero eran la tierra y el agua. El agua no es buena ni es mala. De ella resultan cosas buenas y cosas malas. Allá, en las alturas, era el agua. Llovía intensamente, con aguaceros, borrascas, tempestades. Los ríos venían grandes, con inmensos derrumbes que arrastraban las montañas y traían piedras como casas; venían grandes crecientes e inundaciones. Era el agua mala. En ese tiempo estas profundas guaicadas y estas peñas no eran así, como las vemos hoy, todo esto era pura montaña; esos ríos las hicieron cuando corrieron hasta formar el mar. El agua es vida. Nace en las cabeceras y baja en los ríos hasta el mar. Y se devuelve, pero no por los mismos ríos sino por el aire, por la nube. Subiendo por las guaicadas y por los filos de las montañas alcanza hasta el páramo, hasta las sabanas, y cae otra vez la lluvia, cae el agua que es buena y que es mala. Allá arriba, como la tierra y el agua, estaba él-ella. Es Pishimisak, a la vez masculino y femenino, quien también ha existido desde siempre, todo blanco, todo bueno, todo fresco. Del agua nació Kosrompoto, aroiris que iluminaba todo con su luz; allí brillaba, Pishimisak lo veía alumbrar. Dieron mucho fruto, dieron mucha vida. El agua estaba arriba, en el páramo. Abajo se secaban las plantas, se caían las flores, morían los animales. Cuando bajó el agua todo creció y floreció, retoñó toda la hierba y hubo alimentos aquí. Era el agua buena
Aparece el elemento del páramo. Un lugar que almacena agua en términos biológicos, pero que en términos míticos es el origen y dinámica del imaginario al atribuírsele fuerzas de protección, creación y destrucción. Hasta ahora el agua participa en la conformación de mundos, pero en cada uno de estos pueblos se relata de forma diferente y se destacan elementos identificables. Estas características del espacio son la conexión entre cosmogonía y geografía.
A partir de esta relación dual desplegada en los textos se acude a un territorio que entre lo sagrado y los fenómenos naturales describen su mundo en su conformación territorial y atmosférica.
No es posible seguir con la actitud de llevar al aula un patrimonio oral sin ninguna referencia en lo real. De esa forma el efecto lingüístico pierde potencial, descuidadamente se alude a un tiempo y territorio olvidado que no nos pertenece como conformación de Estado y Nación, y sencillamente no se aporta nada innovador al proceso académico y pedagógico desde las mitologías. Es necesario que éstas sean incorporadas en la noción de sociedad desde las ciencias sociales y humanas. Solo así se podría considerar un proceso que se proyecta en la dignidad de los pueblos originarios, en la noción de inclusión y en el desarrollo pedagógico del patrimonio oral colombiano.
El agua está en el planeta tierra desde antes de la aparición de las primeras especies vivas. Cada cultura, pueblo o nación está atravesada por la importancia o reconocimiento de este recurso natural necesario para la supervivencia. Este estudio es pertinente para motivar otros conocimientos relacionados con este vital líquido. A través de su lectura e interpretación se puede profundizar en la dinámica de los ciclos del agua, estrategia para sensibilizarse y reconocer la importancia de su cuidado, sobre todo en tiempos del vertiginoso cambio climático. También para reconocer la apuesta de los pueblos y comunidades ancestrales como preservadores de los santuarios naturales donde se encuentran las fuentes, en este caso los páramos. De esta forma un texto universal se proyecta en otras disciplinas como la biología – geografía – historia – literatura – termodinámica (física – química), hasta la ética y constitución política como garante de derechos y desarrollo social.