Los sueños pueden transcurrir en cualquier lugar, pueden romper las normas de la “realidad” y al mismo tiempo es una experiencia sentida, vivida por quien relata. Las emociones son genuinas y tan reales como la convicción de reconocerse despierto. La narración de un sueño incita a la interpretación alegórica y simbólica, porque se ha asumido siempre desde tiempos inmemoriales que los sueños ocultan mensajes y expresan el inconsciente o el subconsciente, y además que están preñados de profecías o de trozos de recuerdos heredados por nuestros ancestros, nuestros abuelos.

Jardín se presenta como un rompecabezas que el lector puede tardar mucho en armar. Al final, después de aplicar las dos primeras estrategias sugeridas, en le pórtico se advierte que puede que falten piezas o sobren; la autora nos pregunta qué haríamos en ese caso. Cada relato o capítulo de Jardín puede leerse de manera independiente, aunque hay unas constantes: dos personajes, Nina y René, una ciudad que se llama Nuevo Cielo y unos suicidios colectivos que están ocurriendo en dicha ciudad como una epidemia. Se puede decir que Nina escribe sus sueños y a veces René se lo reprocha al tiempo que una pareja de ancianos viven frente a su apartamento y les espían por la ventana. Todo esto sucede al norte de la ciudad.