Lumpérica y las voces de la dictadura chilena

Lumpérica - Diamela Eltit
Primera edición 1983

 

37 años después de ser publicada, la narración que se desborda en esta obra sigue vigente en su propuesta innovadora. Esta característica se aprecia en un relato con diversa tipología textual cargado de simbolismo, donde los espacios, personajes y escenarios se funden para ofrecer una mirada sobre la ciudad, los seres y las emociones inmersas en una cotidianidad que aparece y se desvanece en la oscuridad, los ciclos diurnos y las grafías neón.

 

Hay una plaza de ciudad que es mujer y una mujer que es la ciudad.

 

La perspectiva literaria como estrategia para construir un producto cultural crono resistente.

 

 

Por Juan Guayara Mora

LUMPÉRICA

O el arte de mimetizar como propuesta narrativa

Lumpérica, la primera novela de la chilena Diamela Eltit, fue fraguada desde los primigenios años  del régimen pinochetista y aparece para el mundo lector hacia 1983. Este infortunio sobre el país austral se traduce en persecución y censura. Vale la pena recalcar este escenario porque el mundo de la novela es rebosante de simbolismo. Una estrategia no sólo para evadir el cerco militar sino desafiarlo al narrar una sociedad mineral; material orgánico sin vida, sin sensibilidades en períodos cíclicos de oscuridad con luz artificial, y de sol, frío y lluvia sobre una plaza.

Concebir el mundo y las ideas desde nuevas estéticas implica no sólo audacia sino innovación. Las perspectivas vanguardistas que aparecen tras transiciones generacionales e imaginarios renovados tienen como plan estético alterar el canon literario y la narrativa clásica. En el imaginario cultural pareciera que éstas aparecen por oposición a la tradición, esta apreciación reduce a las narrativas experimentales a ser caracterizadas como contraste más que como propuesta discursiva y temática. Sin embargo el lenguaje en constante evolución arroja sobre la literatura un panorama amplio y se convierte en insumo para incorporar diversos textos que provocan narratologías progresivas y construyen una unidad fragmentada que debe armarse en un sistema complejo de rastros, ideas que parecen inconexas y discursos polifónicos que configuran contextos y valoraciones. 

La plaza es el centro político, civil, ciudadano. También es una conformación arquitectónica para detenerse o desplazarse.  Este espacio es concebido en la narración como una gran metáfora, la misma disposición cuadrada, que no permite ver más allá de los límites de sus paredes adyacentes, sugiere una libertad coaccionada y controlada. En este universo habitan las alegorías de una urbe, las representaciones de un mundo que se diluye y parece neutro en la dinámica de usos y actividades aparentemente inocuas, más las expresiones tenues son de profunda violencia, acoso y marginación encarnadas en una mujer que observa y es observada.  

Lumpérica - Diamella Eltit
Diamela Eltit - 1980

 

Acudir al simbolismo como estrategia no es oposición a la tradición, no es el caso de Lumpérica y su polis bajo el frío de la dictadura. Mimetizar el estado de una sociedad amenazada y en riesgo constante se convierte en una motivación. Desarrollarlo fue la gran apuesta de Eltit en un relato con diversidad de tipología textual, lo que se traduce en diversos lenguajes en función de una historia.

El espíritu cinematográfico habita la novela. La narración transcurre en una especie de montaje alterno que ofrece una sensación de instante o eternidad. El tiempo se desvanece pero nunca deja de fluir en un ritmo interno que desgasta, deteriora y socava la siquis de Iluminada, nuestra mujer convertida en ciudad. Se descubren sus amenazas, sus abusos, también su sensibilidad sexual en pasajes de prosa erótica hiperbolizada con la naturaleza circundante en su pequeño reino de miseria y felicidad.

Voz en off. Fundido a negro.

La utilización del lenguaje cinematográfico se aprecia literalmente en discursos que construyen capítulos a manera de un plan de rodaje. Estas descripciones completan las escenas y actividades que fueron narradas en otro tiempo del relato. Pero no solo aporta a la continuidad de la historia sino que alude a teorías de la luz y los colores en la dirección de arte, a la planimetría, a la composición, y se permite construir a manera de apostillas los errores del rodaje y sugerencias para una mejor filmación. Sin embargo estos instantes narrados en este formato son como una tortura infringida por el sistema, sin ningún tipo de valoración humana, como un objeto a explotar para experimentar. Aquí puede ser traducido como una ecuación perversa del espíritu fascista que reduce la dignidad y atemoriza sin piedad.    

Dialogismos

Otro aspecto que se suma a esta sensación de riesgo y vigilancia constante se expresa en capítulos construidos sobre diálogos que se desarrollan en un interrogatorio absurdo que infringe un ser extraño y represivo al que se le debe contestar con prudencia para no caer en sospecha. La presencia de este emisor que interroga de forma capciosa sobre los detalles más imperceptibles de las actividades y seres de una plaza pública, pone de manifiesto el control y vigilancia de agentes secretos del estado imperante y la condición de una ciudadanía no sólo observada y categorizada sino susceptible de duda permanente y juicio sobre sus discursos. Aquí hablar te hace culpable, la forma de evadirse de este control se expresa en respuestas neutras y superficiales carentes de sanción valorativa. No hay expresiones emocionales, no hay humanidad nunca en esa pesquisa, no hay posibilidad de tener empatía con el entorno. Esta es una sociedad sospechosa por siempre, como ocurre en los escenarios totalitaristas. La delación es una herramienta para reprimir.

Varias voces no son precisamente un coro

Una estrategia a destacar en la propuesta narrativa es la polifonía discursiva. Con ella se exponen versiones, tiempos, miradas y perspectivas de una vida urbana en la plaza. Esta fragmentación se entrega a manera de rompecabezas, dinámica que alude al ejercicio de lectura y pensamiento complejo que completa la narración e historia en su concepción discursiva y simbólica. De nuevo se echa mano del cine para construir mundos desde las posibilidades de la focalización. Desde donde se cuenta, expone no solo la perspectiva visual sino la cesión de voz en la narración. Las diferentes miradas se encuentran y se complementan para ofrecer un escenario distópico y alienante carente de futuro y narrado en presente continuo. Esta estructura discursiva se asemeja al montaje alterno en el cine, donde la historia está ocurriendo mientras se observa desde diversos planos y espacios. No estamos aquí ante un narrador omnisciente que conoce los más íntimos detalles de sus personajes, este narrador es más una presencia circundante que describe, que toma distancia y por lo tanto alimenta la subjetividad discursiva.

Una apuesta por el discurso de género

La relación entre Iluminada y el Luminoso, personajes figurantes de la historia, está atravesada por una correspondencia recíproca. Para ella él es el único destello humanizador en medio de la aridez del escenario, para él ella es la única posibilidad de ser narrado y observado en medio de la indiferencia citadina. Las policromías, intensidades o ausencia de luz que desprende este aviso en neón provocan sobre el cuerpo de Iluminada sensaciones y estímulos. Este aviso publicitario es una representación de lo masculino y el capitalismo. El único objeto a mirar que sirve como referente en un estado hegemónico donde las conductas patriarcales y de consumo marcan la ruta a seguir. Esta percepción instala igualmente la dicotomía de los géneros y devela la condición de la mujer en una sociedad que invisibiliza lo femenino y carece de solidaridad. Fascismo y patriarcado son expuestos en postales que degradan, incluyendo aquella que da inicio a la desgarrada narración donde Iluminada se auto infringe herida y dolor e instala un cuerpo que pareciera desangrarse progresivamente a medida que aumentan las acciones de seres circundantes sublimados en la plaza, como representación de un mundo hermético donde fluye una red de entramados amenazantes. De esta forma el tono de denuncia se establece con naturalidad desde la marginalidad de una desamparada del sistema. Un ser que no importa a la sociedad, excluida del avasallante consumismo y relegada sólo a sentir sin expresarse. La escena final de Iluminada mutilándose el cabello ante la indiferencia de la ciudad y sus habitantes, expresa la impotencia y el desespero por ser apreciada en su dignidad, por existir y tener una presencia más allá de sus connotaciones sexuales.

Logos e imagen

Aunque como producto cultural Lumpérica es reconocida como una novela, mirarla bajo este cristal es descuidar el potencial lingüístico instalado en su discurso, donde más allá de la historia es el lenguaje que se cuenta a sí mismo como insumo esencial para mimetizarse en los escenarios de la censura dominante. Lumpérica y su narrativa encriptada diluida en un discurso poético, alegórico y expresivo, flota por encima la perspicacia de los sabuesos represores y evade los filtros censuradores. Ante esta situación, el mimetismo es una esencia calculada, una estrategia para sobrevivir como creadora y como obra. Mimetizarse no es ocultarse, es fundirse con la realidad para proponer otro juego de valoraciones. Ello sólo puede lograrse con habilidades y competencias lingüísticas, condición que magistralmente entrega Eltit en su universo agónico de cemento y luz artificial.

En el siguiente párrafo se expresa la trasformación de Iluminada y sirve como referencia para calcular el valor lingüístico inmerso en la narración. [… ] Cuando ya no era ella misma, sino lo que el espacio había construido a partir de su permanencia, lo que el luminoso le había donado al meterle ideas en la cabeza de tanta letra que le había tirado sobre los ojos, hasta lograr descifrar lo inicialmente cifrado. Letra a letra, palabra por palabra, en esas horas en que gastó su mirada dejando ir sus ojos sobre los neones; evitando los mensajes aparentes que podrían haberla inducido a un error por quedarse en la superficialidad de la letras. 

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