¿Qué podemos entender por Justicia Transicional?

La justicia transicional es una idea que recorre el mundo como mecanismo e instrumento de restauración de derechos, esclarecimiento de verdades, aplicación de justicia y reparación de comunidades representadas en los sobrevivientes. Su aplicación ocurre en países afectados por períodos en conflicto donde la represión y violaciones de derechos humanos masivos y sistemáticos son de gran proporción y crueldad. Ante estos eventos el sistema judicial convencional es insuficiente frente a delitos sin responsables directos y categorizados como de lesa humanidad.

Por Juan Guayara Mora

Acuerdos sobre lo intangible

Debemos saber qué es verdad.
Debemos decir cuál es la verdad.
 Y debemos llamar mentira a la mentira.

Chimamanda Ngozi Adichie

Hacia un lenguaje articulado

Los abusos masivos y sistemáticos destruyen legados provocando fragilidad en las comunidades. Actuar con legitimidad, en un contexto donde la repercusión en las victimas y el riesgo en que se encuentran después de oleadas de exterminio y confrontación, condicionan las normas morales y legales. En estos complejos panoramas inscritos en el horror de la guerra, más allá del propósito de descubrir victimarios y víctimas, garantizar la defensa de los derechos humanos y conformar leyes que garanticen los cumplimientos de un proceso de paz y reconciliación para evitar su repetición, la Justicia Transicional establece además una dialéctica que propone un recorrido audaz que trasciende lo normativo y alude a dimensiones filosóficas y espirituales en las dinámicas de reparación hacia las comunidades y sobrevivientes, en el restablecimiento de su dignidad como personas.  Esta característica se sustenta en lo lingüístico, en la verdad, en la construcción de memoria. Formulaciones de ley que requieren de esfuerzos permanentes y cotidianos para hacer realidad una visión transformadora que profundice en el sentido ético e histórico sobre lo ocurrido durante el conflicto armado interno de una nación. Resaltar la palabra como didáctica y la itinerancia como pedagogía. Aquí reconocer un territorio de violencia es como reconocer un cuerpo, es asignarle un nombre a esa experiencia multiforme. En este contexto, lo que hicimos fue hacer legible el territorio, leer sus rastros, acercarnos a las ruinas de lo social(1).

Esta búsqueda de realidades establece una dualidad entre vida y muerte, entre lo material e inmaterial, entre lo físico y emocional. Constituye una apuesta comunicativa en la elaboración de relatos a través de testimonios que conectan el pasado con el presente y la proyección del futuro en un mundo plagado de dolorosos recuerdos y presencias fantasmales convocadas para cederles una voz en un escenario en el que desaparecieron. Visión que trasciende el carácter antropocentrista de la ley y se adapta en una especie de animismo al incluir y considerar la naturaleza y el hábitat del territorio como elemento vivo, imperecedero y de profundo valor en las comunidades afectadas. La posibilidad de lo espiritual en los procesos de reparación se haya atravesado por esta fuerza intangible que logra volverse un método de sanación y verdad, así ocurra en un plano metafísico y se exprese en el meridiano de las emociones.

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La crisis de humanidad que nos ha legado el conflicto interno de manera incesante por más de cinco décadas, es también una crisis institucional y de ciudadanía, reestablecer la confianza es esencial para aprender a convivir en medio de las diferencias y para que se profundice en los valores de la democracia. Sin embargo este objetivo pareciera una utopía en nuestra nación, la desmovilización de la guerrilla más antigua de Latinoamérica tras unos acuerdos de paz, no ha sido suficiente para el cumplimiento de lo pactado ni para que se frene la violencia.

Hoy se reconocen más de 8 millones y medio de víctimas(2), el despojo de tierras persiste, se asesinan reclamantes de tierras, líderes sociales y comunitarios, continúa el desplazamiento; y la indiferencia del Estado socava la confianza en el proceso, en las comunidades afectadas, en la sociedad. Ante este estado permanente de abusos y amenazas, la idea de una nación incluyente se diluye desde el mismo ejercicio en el territorio debido a los riesgos por volver o estar, y debido a esto, por no poder desarrollar las estrategias para conocer la verdad ni para reparar.

 

Esto constituye una problemática más compleja en estos escenarios del postconflicto, pues el recorrido del mecanismo de la Justicia Transicional se detiene de nuevo en las parcelas, caseríos, veredas, poblaciones y territorios sagrados indígenas azotados anteriormente por las masacres y la intimidación, sin poder recorrer esos sinuosos caminos para recolectar las palabras y los silencios, las nostalgias y los dramas que encarnan la memoria.

Una visión desde lo antropológico. Diferenciar para incluir.

La inclusión es un término recurrente en las prácticas sociales. La nación contempla la pluralidad de un territorio, la cobertura de derechos, la equidad como sociedad, esta dinámica no es más que el reconocimiento de las personas en su integridad personal y política. Sin embargo es necesario contemplar la diversidad de comunidades y formas de afectación para una interpretación del contexto y entorno. Esta diferenciación establece un escenario más allá de la estandarización de la justicia internacional en términos de protección y derechos humanos, de la normativa nacional, de  lo administrativo y asistencial. En territorios bajo la denominación de “transición” profundizar en las dimensiones de los daños a comunidades, localizar las repercusiones en su humanidad, contemplar los relatos, clasificar y categorizar discursos; abre una perspectiva disciplinaria no contemplada en los procesos de justicia y reparación debido al mercantilismo asistencial y el propósito de alcanzar prioridades estadísticas. La antropología(3), o el enfoque antropológico, deben ser contemplados en estos procesos restaurativos, su valor radica en el aporte interpretativo del fenómeno; perspectiva que propone una resistencia contra el olvido, la instrumentalización y los vertiginosos tiempos institucionales proyectados en imaginarios de cambios hacia el futuro sin develar ni resolver circunstancias instaladas en el pasado.

Barbacoas - Nariño - Paro cívico, sept 2014

En un contexto como el colombiano en la actualidad, la “transición” no implica la terminación de la violencia sino la aparición y diversificación de otras violencias heredadas de un conflicto irregular plagado de intereses particulares que aún ejercen intimidación y riesgo tanto en comunidades urbanas como rurales. Un caso palpable lo constituye el de las casas de pique en territorios del litoral Pacífico(4).

Estos eventos demuestran no solo abandono de las políticas de estado y reactivación de la violencia (la complejidad entre el proyecto económico y el proceso de paz), sino nuevas formas de crueldad y desaparición.

Estas experiencias arrojan nuevos insumos para el estudio del conflicto en relación con la violencia y la sociedad, en aquello conceptualizado como projimidad del otro(5) se desbordan líneas discursivas y se revelan sensibilidades pertinentes de ser valoradas y evaluadas, y que son poco consideradas para el sistema oficial en su tecno-lenguaje. Allí es donde la antropología se despliega como recurso para diferenciar tipo de comunidades, formas de conflicto y sus consecuencias en los imaginarios de las víctimas. Recorrer bajo la incidencia de esta disciplina los territorios afectados alude a reconstruir una visión integradora que reconoce singularidades y posibilita diversos tratamientos en las formas de reparación y restauración acorde a creencias, tradiciones, arraigos, ausencias y hasta silencios. Todo fenómeno humano y social se convierte en un antecedente significativo para identificar orígenes, estado actual, repercusiones y dificultades en la proyección del bienestar de una generación en escenarios aún vulnerables debido a una violencia que pareciera irreductible, que se presenta más ambigua, compleja y anónima; ejercida por renovados y heterogéneos grupos que continúan intimidando, atentando, perturbando el retorno y asentamiento de desplazados a sus territorios, desestabilizando procesos de recuperación de la verdad y afectando las dinámicas de reconstrucción de la memoria.

Ante estas problemáticas recurrentes y experimentadas tras desmovilizaciones y acuerdos de paz con diversos grupos armados en nuestra nación, la promesa de protección y no repetición se desvanece y aparece la figura de un sobreviviente perenne en nuevos ciclos de violencia, cada vez más deslegitimado y carente de soluciones puntuales, victimizado de nuevo dentro de la “transición”.  Por eso tras esta perspectiva disciplinaria se obtiene una mirada pluralista, se está atento a los significantes de las prácticas, al recorrido y efectos de la historicidad del instrumento de la transición, se relaciona y compara con los sistemas contemporáneos a nivel global y propone un acompañamiento más prolongado en las diferentes propuestas  e iniciativas que surgen durante el recorrido. Navegar entre el texto académico, el ensayo o la narrativa, a través de los sonidos o las imágenes visuales, sin perder el rigor pero permitiendo la creatividad. Aquí se pone de presente nuestra capacidad para trasmitir a otros, desde niños de escuela hasta súperexpertos. Y finalmente, saber hablar en diferentes lenguas disciplinarias, en una suerte de poliglosía humanista(6).

 

Esta dimensión de lo intangible se aprecia de forma más específica en la cultura y tradición de los pueblos indígenas, donde el territorio adquiere connotaciones de lo sagrado en relación con su cosmogonía, con sus lugares venerados, con sus prácticas rituales. Esta diferenciación abre un terreno hacia el campo espiritual para comprender las características de un grupo humano y los diferentes tratamientos en las prácticas restaurativas(7).  

 

Minga indígena llegando a Cali - Octubre 12/2020

La interrupción de la vida de forma violenta en el imaginario indígena significa una alteración del orden simbólico, es una ruptura con el cosmos, con el escenario que habitan. Se destruye la línea primigenia del pensamiento indígena con su tejido cultural. Reconocer la diferencia para incluir es esencial en el ejercicio de armonizar el proceso con estas poblaciones, de paso se enfatiza en el respeto a los derechos como cultura y se priorizan sus formas de reparación, desde allí se debe establecer una metodología para establecer un equilibrio coherente con su universo espiritual. Aquí es importante resaltar la explicación que aporta la investigadora Diana Quigua en el informe nacional sobre pueblos indígenas, que expone situaciones aclaratorias a este documento de la justicia transicional.

Empiezan a cambiar ritualidades y a demandar otras para sanar escenarios donde se da la “mala muerte”. En los lugares donde se muere una persona tienen que hacerse unos rituales específicos, y en el conflicto armado, por tiempo y por seguridad, no se podían hacer, entonces los territorios quedan alterados.  Las medidas de reparación deben contemplar esos escenarios. Pero han resistido. Ese es el segundo punto al que ha querido dársele importancia: la construcción del movimiento indígena como respuesta a este proceso histórico de exterminio físico y cultural. Además de lo que se puede denominar resistencia, vamos a las lecciones aprendidas que ha tenido el movimiento indígena para la construcción de la paz(8).

Tanto víctimas como metodologías atraviesan niveles de transición dentro del proceso transicional. Es una búsqueda constante, un experimento de construcción lingüística sobre lo mítico, lo sagrado, lo alterado y lo ofrecido para sanar. El castigo y la verdad para estos imaginarios son adyacentes al daño, la espiritualidad es la prioridad, la ausencia de una restauración auténtica es un daño más que se agrega a su historial de afectaciones. Esta problemática sigue derivándose no solo por nuevos actos de violencia en el posconflicto, sino también por el desconocimiento de implementaciones tecnócratas que dejan al descubierto que no estamos preparados para asumir una inclusión integral, por lo tanto un enfoque antropológico beneficiaria a la memoria como fuente y reserva de información que se devela al hacer inmersión en las culturas indígenas como pensamiento y cultura, como respeto a sus tradiciones, espiritualidades y prácticas. Además aportaría a una interpretación del fenómeno considerando consecuencias en su desaparición como cultura o para prevenir daños futuros.

Podríamos concluir que la Justicia Transicional es un ejercicio constante de participación e innovación. Esto implica analizar el contexto para elegir las intervenciones que este exige y adaptarlas a las diversas circunstancias. De esta forma se incluye lo intangible, que constituye un insumo esencial para una reconciliación integradora, como está proyectada en los acuerdos.

 

[1] ARBOLES DOLIDOS Y ESPÍRITUS TESTIMONIANTES: FRAGMENTOS SOBRE OTRAS FORMAS HABITAR LA VIOLENCIA EN LA COLOMBIA TRANSICIONAL. Alejandro Castillejo-Cuéllar

[2] La Unidad de Victimas, con fecha de corte de octubre 1 de 2018, refiere que hay 8.760. 290 personas en el registro único de víctimas. https://cifras.unidadvictimas.gov.co/

[3] Esta precisión está basada en el documento DEL AHOGADO EL SOMBRERO, A MANERA DE MANIFIESTO: ESBOZOS PARA UNA CRÍTICA AL DISCURSO TRANSICIONAL, del profesor e investigador Alejandro Castillejo Cuéllar, en el marco de las conferencias centrales en el Foro Central “Guerra y Academia”, Congreso de la Asociación Latinoamericana de Antropología (ALA), Universidad Javeriana, Bogotá, Junio 5 del 2017.

[4] Primera viñeta: El terror como forma de gubernamentalidad.  DEL AHOGADO EL SOMBRERO, A MANERA DE MANIFIESTO: ESBOZOS PARA UNA CRÍTICA AL DISCURSO TRANSICIONAL. Alejandro Castillejo Cuéllar.

[5] Alude a las interacciones cotidianas que permiten la reproducción de lo social. Esto implica una apuesta por hacer inmersión en la intimidad de las víctimas, las comunidades y las amenazas latentes del contexto en el ejercicio de captar una realidad que aporte a la autenticidad en la construcción de memoria.

[6] DEL AHOGADO EL SOMBRERO, A MANERA DE MANIFIESTO: ESBOZOS PARA UNA CRÍTICA AL DISCURSO TRANSICIONAL, del profesor e investigador Alejandro Castillejo Cuéllar, en el marco de las conferencias centrales en el Foro Central “Guerra y Academia”, Congreso de la Asociación Latinoamericana de Antropología (ALA), Universidad Javeriana, Bogotá, Junio 5 del 2017.

[7] Esta es una de las conclusiones del informe sobre pueblos indígenas que están construyendo el Centro Nacional de Memoria Histórica y la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y que se espera sea publicado el próximo año.     

[8] Informe sobre pueblos indígenas. La espiritualidad es central para reparar a las víctimas indígenas. 7 nov 2018. https://colombia2020.elespectador.com/verdad-y-memoria/la-espiritualidad-es-central-para-reparar-las-victimas-indigenas

Este ensayo fue publicado por primera vez en el portal  www.diariodepaz.com en junio de 2020. 

Uno de los hitos de la historia de la civilización humana es la superación del la ley del Talión (ojo por ojo, diente por diente) que fue el método de ajusticiamiento desde la antigüedad, un método que hoy llamamos venganza. Toda justicia evade esta ley, en pro de resolver un conflicto, de negociar una compensación sin que dicha compensación implique la mutilación o la muerte.

Algunos métodos derivados de la justicia transicional es la mesa de la paz, en que cada una de las parte expresa lo que siente respecto a lo que el otro ha hecho, el diálogo da lugar a una comprensión amplia del ejemplo y luego de eso es más simple encontrar una compensación para todos.

Este documento puede verse junto a contenidos de biología sobre simbiósis y evolución, donde podamos ver que también la naturaleza intenta compensar en lugar de eliminar. 

Por supuesto, este documento hace parte de las competencias ciudadanas, historia y ciencias sociales.

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