Las cuatro enseñanzas del CRIC en su visita a Cali

Decía Gandhi que el objetivo de la no violencia no es derrotar al enemigo sino ponerlo en evidencia. El Consejo Regional Indígena del Cauca honró este principio cuando visitó a Cali durante el paro nacional en las primeras semanas de mayo de 2021.

Primera enseñanza:

No hay ciudad sin campo, porque la comida no nace del concreto. Cuando se hablaba de desabastecimiento alimentario y los precios se inflaron como por arte de magia, el CRIC regaló mercados. Cali depende de lo que se cultiva en el Cauca, de los alimentos y de las carreteras que van desde la siembra hasta la ciudad, de la gente que se dedica a producir comida. Y esta es la enseñanza: el bienestar de los campesinos es nuestra seguridad alimentaria. Si hubiera carreteras terciarias que le facilitasen al campesino sacar sus productos, el productor de nuestra comida no tendría que depender de un transportista externo que pueda sacar eficientemente los alimentos por una trocha desgastante hasta alguna cabecera municipal, donde dicho transportista deberá vender nuestra comida a otro que la llevaría hasta los centros de abasto de las ciudades, donde otro más se encarga de distribuirla. El problema no es que cada intermediario encarezca el producto, al fin y al cabo, nuestra comodidad tiene un precio; el problema es que los campesinos no ganan suficiente como para venir a disfrutar de la ciudad una semana, tomarse unas vacaciones en la playa o enviar a estudiar a una hija a una gran universidad nacional o internacional. Si su trabajo es tan importante y esencial como el del banquero, ¿por qué el campesino no gana al menos como un empleado del banco?, ¿por qué no tiene posibilidades de pensionarse en cierto momento?, ¿por qué no tiene un hospital en su corregimiento?

Segunda enseñanza:

La Guardia Indígena no huyó de las balas, corrió hacia ellas, capturó a los agresores, levantó un acta, recolectó videos, pruebas y testimonios; entregó los criminales a la policía, les hizo firmar un recibido y se retiró.  Rompió el miedo, miró a los cobardes a los ojos, trabajó en equipo, y como si fuera poco, viajó hasta Cali para enseñárnoslo.

La Guardia Indígena puso en evidencia el racismo arraigado en nuestra idiosincrasia, hizo salir ante las cámaras a los pistoleros de estrato inalcanzable cuya actitud nos recordó lo que la palabra pobreza, significa de verdad.

Tercera enseñanza:

En las ciudades se había convocado un paro. El CRIC llegó en la madrugada y tumbó el monumento del fundador de la ciudad, su único mérito, por lo demás fue ser el primer secuestrador de la historia de América, ser el hombre que eliminó a punta de viruela y perros mal alimentados a todos los nativos que encontró a su paso.

Su estatua no era lo que más molestaba, al fin y al cabo Sebastián de Belalcázar hace parte de nuestra historia, no lo vamos a negar; lo que aún molesta es que no haya un monumento que nos recuerde la resistencia y resiliencia de los nativos originarios de estas tierras y que se  tenga en la gloria impecable a un asesino, como si sus víctimas hubieran sido buenos muertos.

Cuarta enseñanza:

Les insultaron, les denigraron, despreciaron el gesto de traer mercados a los que no tenían, les dispararon, las autoridades los incriminaron y los medios hicieron la distinción segregacionista  entre  indígenas y ciudadanos, como si ellos no lo fueran. 

Con elegancia anunciaron que habían venido a dialogar y a enseñar; trajeron la minga, la efectividad de la solidaridad, el espejo donde vemos que unos y otros somos distintos como individuos, pero los mismos por el territorio. Las autoridades los mandaron a volver de donde vinieron . A ellos no les tomó dos días anunciar sin soberbia que habían venido a prestar una mano y  se reubicarían,  desde el Cauca seguirían apoyando. Hicieron un último recorrido por los puntos de resistencia y se fueron tan pacíficos como llegaron, dejando en evidencia de dónde proviene la violencia que tanto denuncian los que no rayan paredes ni queman carros, pero sí disparan a la gente.

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