Crónica de cómo llegamos a confiar más en los papeles que en la palabra, así el oro ya no respalde el dinero.
La economía consiste en intercambiar tus excedentes por algo que no tienes. Por lo general haces intercambio con varias personas, repartiendo así lo que te sobra. Pero si lo que te sobra es un trozo de metal, tienes que comprarle todo al mismo vendedor. El dinero resolvió ese contratiempo, fraccionando el valor del metal en una cierta cantidad de recibos extendidos por un banco. Claro está que todos los posibles vendedores deberán conocer y confiar en el banco donde hiciste el depósito, pues los bancos pueden ser asaltados y dejar sin fondos los recibos. La confianza se volvió entonces un valor en sí mismo. Los bancos que contaban con este precioso capital inmaterial, estaban habilitados para hacer operaciones financieras como préstamos e inversiones. Incluso algunos papelitos empezaron a tener más valor que otros y desde entonces nos habituamos a depositar más confianza en el papel que en la palabra.
La banca paga intereses a los ahorradores sólo desde mediados del siglo XX. En Colombia una cuenta de ahorros puede dar rendimientos por entre el 0.5 y 2.5% anual. Sin embargo la tasa de interés para el préstamo varía entre el 1.4 o el 2.5% mensual, es decir entre el 17 o 26% anual. La diferencia es abismal y es una de las razones por las que un tercio de la población nacional vive pelao, como la canción de Raphy Pagán, porque sin chavos estás ná.