A Cali la divide un río. Se retrata esa posición geográfica y cultural en la novela Que viva la música.
La experiencia refulgente de los 70´s con hálitos de modernidad empezaba a apropiarse de sitios y zonas para el divertimento, la conspiración, la creatividad, la difusión de material cultural, el pensamiento crítico y la pachanga.
En el Café Los Turcos y en la av. Sexta se forjó una leyenda urbana que se desvaneció en conjeturas y sublimaciones. Se cuenta que en ese pedazo del norte de la ciudad fluyó una fauna de diversos pelambres intelectuales, políticos, culturales y orientaciones sexuales a compartir algo más que una birra.
Este meridiano policromático y ácrata se mantuvo en constantes transiciones generacionales y filosóficas durante más de treinta años.
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Como todo centro de rumores de una ciudad imaginada, los cuentos, eventos y encuentros sucedidos a seres asiduos a esta cofradía sicodélica, etílica, cafeinómana y extravagante, sólo son verificables en los tonos nostálgicos de los museos vivientes que aun deambulan como fantasmas.
Este escenario curtido de flaneurs desvergonzados y audaces fueron un rumor gracioso en la ciudad. Crearon una corte entre locos y travestis que realzaron el linaje de su desmesura. Hoy sólo existen en la ficción literaria como una impronta de un lugar y espíritu de libertad iconoclasta.
Las dinámicas de este pintoresco y singular imaginario son retratadas en la novela Un ruido blanco del escritor caleño Gustavo Bueno Rojas.
Compartimos con la comunidad orbitante este par de documentos. Una entrevista a Charles Rux, considerado el Rey de la Corte del Norte y un texto autobiográfico del profesor Oscar Campo.
Entrevista al profesor Oscar Campo, uno de los personajes notables que habitó y compartió con esta casa Real.
El músico Jorge Borja fue quizá el último eslabón de esa corte, por lo que lo llamaron el Conde Borja
