En Órbita

Gustavo Bueno Rojas y un nuevo Ruido Blanco

En la Feria Internacional del Libro de Bogotá, FILBO 2023, Ediciones El Silencio lanzará el segundo tiraje de la novela Un ruido blanco. En diciembre de 2022 Tercera Órbita tuvo la oportunidad de hablar con él sobre su vida como profesor, investigador y su novela sobre Cali.

Juan Rojas vuelve a Cali para descifrar el misterioso suicidio de su mejor amigo. La exhumación de los recuerdos lo conduce a la época universitaria junto a Martín Izasa y Laura, con quienes vivió un perverso triángulo amoroso. Los tres estudiaban literatura y Martín era el genio truncado por el amor, o por algo que se interroga si es amor o es moira. La novela narra por vez primera la leyenda de la Corte del Norte, con quienes Juan reafirma su vocación narrativa.

La memoria es para reinventarse.  Disfruten de esta entrevista.

T/O: ¿Cómo empezó tu relación con la literatura? 

G.B.R: Empezó con la biblioteca de mi mamá, en su cuarto tenía libros, especialmente best sellers, thriller’s, novelas románticas; su libro preferido era Lo que el viento se llevó en su versión de dos tomos. Ella compraba al Círculo de Lectores, además de literatura, libros de cocina, enciclopedias ilustradas, Atlas universales. Mi madre fue una estudiante ejemplar y aplicada, ganadora del Premio Coltejer al Mejor Bachiller. Le gustaba conocer. Era amante de los números, se convirtió en contadora, pero la lectura era su pasión. 

T/O: ¿Cuáles fueron esas primeras manifestaciones en torno a la escritura?     

G.B.R: Al final del bachillerato empecé a llenar unos cuadernos. También a comprar mis propios libros, lo digo porque soy un convencido de que si uno lee mucho, en algún momento va a empezar a escribir, bien o mal, es otro asunto; yo lo tomé como un oficio, una profesión, eso empieza a marcar unas diferencias. Fue cuando se murió mi abuela que me puse serio y empecé a mostrar mis escritos a la gente. A partir de esa primera experiencia me di cuenta que me gustaba. 

T/O: ¿Y por eso estudiaste una licenciatura en Literatura? 

G.B.R: Yo entré a la Universidad del Valle porque mi mamá no podía pagar otra universidad, era quedar o nada. Lo más parecido a leer y escribir, que era lo que me hacía feliz, era Literatura. Entré al plan de estudios sin saber que era licenciatura. El camino de la docencia me lo fui encontrando con el paso del tiempo, en un principio por la necesidad de ganar dinero, y resulta que me gustó. Eso de ser profesor no lo tenía en mis planes de vida, la profesión me fue encontrando. Ha sido interesante dictar cursos para diversos géneros de escritura, sobre todo después de haber realizado mi maestría sobre Escrituras Creativas; a veces los dicto sobre escritura literaria, sobre escritura académica; a veces para gente que no le interesa la escritura. Para mí ha sido valioso encontrarme con esa parte desconocida, la de ser docente. 

T/O:  ¿ Cómo se enseña a escribir?     

G.B.R: El asunto de la enseñanza de la Creación Literaria, que es otra forma de ver la literatura, ha ido cambiando. La Universidad Central en Bogotá tiene un pregrado en Creación Literaria, por ejemplo. La maestría de la Universidad Nacional en Escritura Creativa fue la primera en América Latina. Aquí en Cali la Universidad Icesi tiene una especialización en Creación Literaria. Hay una gran cantidad de talleres en esta área. Eso ha ayudado a que la disciplina se vaya especializando y que la gente que quiera dedicarse al oficio de escribir encuentre espacios, además de académicos, de diálogo, que permitan conocer técnicas y formas para llevar a cabo su objetivo. Ahora, yo estoy completamente convencido de que alguien que salga de este tipo de estudios literarios no necesariamente se convierte en escritor o escritora. Es imposible porque escribir es un asunto de oficio.

También está todo el tema académico, pero igual ese oficio se puede aprender por fuera de esos espacios, como siempre se ha aprendido. Para lo que sirven esos  encuentros académicos es para que se entre en diálogo con un grupo de personas que generalmente tienen las mismas inquietudes y que van buscando el mismo camino, es un atajo, digamos. Me parece que está bien que la escritura se vea como una profesión que se puede estudiar, que los estudios literarios se abran a esta posibilidad. 

En Univalle ya hay cursos de Creación Literaria dentro del pénsum. Esto ocurre porque hay una necesidad imperante de gente que quiere expresarse y aprender para enseñar. Después de la experiencia que tuve en la Maestría en Escritura Creativa, donde mis profesores eran escritores y escritoras, creo que estos espacios deben ser manejados por gente que escriba porque tienen algo más que enseñar desde la práctica, como en los oficios patrimoniales, que se aprenden haciendo; si tienes un maestro te puede enseñar secretos que te ayudarán a desarrollar tu técnica.

El escritor y el oficio. (Archivo personal)

T/O: ¿Esa idea es resultado de tu actividad como creador en la Dirección Nacional de Patrimonio del Ministerio de Cultura? 

G.B.R: Trabajé 4 años en ese proceso, fue una experiencia muy importante porque me permitió conocer el país. Fui a los lugares más recónditos, desde Punta Gallinas hasta el Amazonas, desde los Llanos hasta el Pacífico. Tuve la oportunidad de conocer a la gente que habita el país. Mi trabajo era asesorar en comunicaciones en la Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura y tuve la fortuna de aportar mi conocimiento literario para producir textos. Hicimos un libro de diez perfiles periodísticos sobre artesanos de diferentes lugares de Colombia,  una serie de micro-documentales, tres temporadas de 15 capítulos que nos permitía contar historias. Pensar el asunto del patrimonio cultural ha ido cambiando, antes se entendía que eran los edificios, las plazas, y se dejaba a un lado todo el conocimiento o las dinámicas que estaban vinculadas a esos lugares. Lo uno no puede vivir sin lo otro, lo inmaterial necesita lo material.  Como en Cali,  que la gente que va a la Plaza de Cayzedo para hablar ahí, eso hace parte de su dinámica y por eso es conocida, no sólo por su arquitectura, las palmeras, porque está en el centro de la ciudad, sino porque la gente pasa; antes estaban los escribanos que hacían los documentos extra juicio, todo hace parte de esa dinámica que se reconoce como patrimonio. 

Tuve la oportunidad de dictar talleres en lugares declarados centros históricos a niños, jóvenes y adultos sobre cómo contar su patrimonio. Con el equipo de trabajo armábamos una pedagogía, teníamos una estrategia muy clara para que la gente entendiera que lo que estaba y ocurría a su alrededor era importante, porque una de las formas de proteger el patrimonio cultural es comunicarlo. Si la gente sabe que existe, se apropia y lo cuida.  

T/O: ¿Es importante la investigación en el proceso creativo de una novela?  

G.B.R: Yo creo que sí, porque uno no escribe de lo que no sabe, eso es imposible. También depende de lo que se va a escribir. Si vas a hacer una novela sobre un personaje histórico hay que profundizar en su contexto histórico, pero en realidad pasa con todos los temas. Cuando hice Ruido blanco me informé sobre el amor, la escritura, ritos sobre la muerte, volví a releer a Andrés Caicedo. Esa es una manera de investigar. De esa investigación también hace parte la experiencia propia, lo que uno lee. Para hacer Cuentas del alma tenía que crear la voz de un niño y leí variedad de novelas, cuentos y relatos de niños para construir esa voz, eso hace parte de la investigación. Crear un buen universo implica estar muy bien informado para consolidarlo sin fisuras. 

T/O: ¿Por qué la novela, por qué no has incursionado en otros géneros? 

G.B.R:  El guion lo he explorado recientemente, he escrito para participar de unas convocatorias. En los últimos dos años he hecho inmersión en la escritura audiovisual porque he dirigido tesis de guion de la carrera de cine de la Universidad Autónoma. Yo creo que los escritores eligen el género, conozco escritores que dicen que no son capaces de escribir novela. Mi pasión lectora y de escritura es por las novelas, allí me siento más cómodo, me gusta el ejercicio de sostener la historia durante muchas páginas, de darle vida a los personajes, de meterlos en sus dramas, de hacer que piensen, de mostrar una ciudad; que en mis novelas son Cali en sus diferentes dimensiones. Yo creo que es porque uno se siente cómodo, para mí no existe otra explicación.    

T/O: Creemos que tu novela Un Ruido Blanco tiene la aspiración de convertir a Cali en una ciudad literaria. Esa intención se logra con la Corte del Norte, ¿cuáles son sus raíces míticas o reales en las que está basada, qué investigación tuviste que hacer?  

G.B.R: Cuando estaba empezando a hacer esa novela conocí a Edgar Collazos, un profesor y escritor de la ciudad. Él hablaba mucho de la Corte, un grupo que existió en Cali y al que había pertenecido, conformado por intelectuales entre los que se hallaban William Ospina y Andrés Caicedo, que se reunían a leer literatura y que tenían papeles. Después conocí a otra persona que me habló de lo mismo, entonces empecé a imaginar esas escenas. Mi investigación al respecto no fue documental, fue una recopilación de chismes, que es lo que trato de hacer con Andrés Caicedo en esa novela, y es que todo lo que se sabe de él es puro chisme. 

Los mismos chismes que hemos escuchado toda la vida en Cali sobre ese personaje. Mi construcción  fue  llevarlo y ponerlo en ese asunto. Igual que esa Corte basada en el bochinche, como decimos acá.

T/O: El mito de Andrés Caicedo se ve focalizado en un personaje que escribe un cuento sobre un hombre que padece una fobia a abrir los ojos, y tiene que limpiarse el trasero con un texto inédito del mismo Andrés Caicedo.  ¿ Eso es un chisme… o invención tuya?

G.B.R: No, esa imagen la tomo del Ulises de Joyce, cuando Leopold Bloom entra al baño en la mañana y ve su cuento publicado en el periódico, y al no haber papel higiénico se limpia con su propio cuento. Mi personaje tiene un relato de Andrés Caicedo. Más allá de cuánto podría valer ese original, lo más urgente era limpiarse. Una obra que no está publicada, nadie va a conocer, entonces no importa, eso no le va a cambiar la vida al personaje. Era una forma de desmitificar a Andrés Caicedo. 

 

T/O: ¿Entonces el rumor es un método literario? 

G.B.R: En Cali somos bochincheros por naturaleza, eso hace parte de nuestra forma de ser. El rumor siempre ha sido importante para la literatura, un ejemplo ilustrativo es el cuento de García Márquez, Algo malo va a pasar en este pueblo, donde a partir de ese fenómeno se arma una gran historia, una historia del desplazamiento. En mi novela está muy presente el rumor. Está esa Cali rezago del narcotráfico, que ha tratado de levantarse por mucho tiempo después de ese embate de una bonanza extraña que dejó muertos y una ciudad construida a medias, un montón de elefantes blancos, de cadáveres de ladrillo. Una ciudad que le ha tocado vivir con esa estigmatización, que se esconde tras cortinas de humo como el fútbol y la rumba que están ahí para paliar el dolor de la gente en Cali. Que además dejó una estética muy marcada y unas formas de ser, esa es la ciudad que aparece en Un Ruido blanco, una ciudad como enguayabada de ese fenómeno, que trata de levantarse y que ha perdido unos lugares emblemáticos que fueron construidos sobre la atmósfera del narcotráfico. 

Obviamente, cuando se acabó su influencia directa desaparecieron. Por ejemplo, la avenida Sexta nunca más volvió a ser la que fue en los 90´s: una calle alborotada llena de discotecas, restaurantes, una calle emblemática, siempre despierta; el traqueto que todo mundo sabe que lo es, pero lo aceptan porque lleva regalos. Esa es la ciudad que trato de encontrar y reinventar. 

 

T/O: El tono de tu novela es nostálgico, es una especie de réquiem a esa ciudad mítica, a esa ciudad literaria de Andrés Caicedo, pero ¿es también un adiós a esa ciudad del narcotráfico?   

G.B.R: En esa novela hay un montón de despedidas. La del amigo, la del amor, la de la ciudad que hablamos, la del duelo de la madre y la despedida de un hijo. Todo el mundo se está despidiendo, como que ha llegado el momento de volver a empezar. Desde la primera página los personajes tienen que soltar y aceptarlo. Es lo que hace el narrador, aceptar que no estarán más y que le van ayudar a empezar una nueva vida. No se trata de autoayuda, sino de la vida misma.  Si nos vamos a Cali, la ciudad tiene que entender que el narcotráfico no ha desaparecido y se ha enconado. Cada vez es más peligroso porque es más violento, supera ese momento de la guerra de los carteles de la mafia en los 80´s y 90´s. Ahora no se sabe en qué momento y lugar ocurrirá el tiroteo. La ciudadanía ha tenido que aprender a vivir con eso; no lo rechazamos, todos lo detestamos, pero lo incorporamos. Ese asunto del narco le ha hecho daño a la ciudad, y Cali que es una ciudad del carnaval, usa el carnaval todos los días para paliar ese dolor.  Esa es la ciudad que expongo en la novela, sobre un montón de dolores. Como dice Diana Uribe en su podcast sobre el origen de la Feria de Cali, fue a partir de la explosión de 1956 que los caleños entendimos que la forma de sobrevivir a todas nuestras tragedias era rumbeando, eso se quedó y sigue pasando. 

Travesía. Archivo del autor.
Travesía. Archivo del autor.

T/O: Sobre la segunda edición de Un ruido blanco en un círculo independiente del libro, ¿Cómo es la aventura de insertarse en el mundo editorial?

G.B.R: Primero quisiera agradecer a Ediciones El Silencio por haber creído en el proyecto de Un Ruido Blanco.  Junto al proyecto de Voces, Antología de escritores vallecaucanos hicimos mucha difusión en Cali y la editorial se fue posicionando. En el 2018 tenían 4 libros publicados y en la Feria Internacional del libro (2022) que acaba de pasar contaba con 16 publicaciones. Han tenido un crecimiento rápido e interesante. La 1ª edición estuvo en una librería en Bogotá, pero en su segundo tiraje la presentamos en la Librería Méjico del Fondo de Cultura Económica, llegó a Medellín y próximamente estará en la Librería Nacional de todo el país. Estar en una editorial independiente tiene privilegios, por ejemplo, la libertad de escribir sobre lo que uno quiera. 

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