En Órbita

¿Qué es la democracia?

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Cuando tienes un conflicto con tu novia, un amigo o un ser querido, y dices hablemos, ahí estás recurriendo a la democracia

Por Luis Miranda Echeverry

Imagina a dos reyes vecinos que discuten por la demarcación de los límites de sus reinos. Uno tiene el poder de lanzar una campaña de invasión contra el otro. El otro podría incendiar sus campos y sitiarlo, y así trenzarse en una guerra. Lo más probable es que eso hagan. Pero ante la perspectiva de un tercer rey que amenaza a los dos primeros, quizá los reyes vecinos prefieran sentarse para hablar de lo que les conviene a los dos.

La democracia nace de la necesidad de resolver los conflictos que inevitablemente surgen entre los monarcas, magos o banqueros, o personas ordinarias del diario vivir. No siempre la guerra ha sido el mejor negocio y en el caso de los dos reyes pareciera provechoso llegar a un acuerdo respecto al asunto de los límites y unirse contra el tercer rey que los amenaza.

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Pero ¿qué nos conviene a los dos? Cuando tienes un conflicto con tu hermano o con tu novia, haces lo posible por no recurrir a la eliminación del otro pues en general te interesa su bienestar. Intentas llegar a acuerdos, y aunque al principio no se vea cómo las cosas se pueden arreglar, si escuchas con atención, empiezas a ver cuáles son tus verdaderas necesidades y las de tu contradictor. La democracia siempre ha dependido de nuestra capacidad para escuchar, expresarnos y descubrir lo que cada parte necesita.

Entonces ¿la democracia es como regatear? Sin duda los comerciantes fueron los primeros en experimentar el método. El vendedor se acerca a un desconocido y trata de persuadirlo de que la satisfacción de sus necesidades harán mejor la vida del comprador. El otro lo escucha y quizá decida que está dispuesto a deshacerse de algo que él posee para obtener el producto del comerciante.

Pero, ¿cómo sabemos que el vendedor solo ha logrado hacernos creer que necesitamos algo que realmente no necesitamos? Toda democracia, como cualquier organización social, necesita unos principios básicos. Esos principios se consignan por lo general en las primeras páginas de la constitución. En el caso colombiano se llaman derechos fundamentales, y son indiscutibles, como la primera o quinta enmienda o el derecho a la vida de todo ser humano, principio básico reconocido por todas las naciones modernas.

Para resolver el conflicto, muchas parejas optan por turnarse la lavada de los platos, el aseo de la casa, las salidas a festejos… Los dos pierden sin duda, pero al mismo tiempo los dos ganan una convivencia más armoniosa. Ese es el objetivo de la democracia: una convivencia armoniosa. Como somos animales sociales, que solo logramos sobrevivir en manadas, tuvimos que inventar el lenguaje para comunicarnos y la democracia para convivir.

El problema es que la democracia es sumamente frágil, “es como un huevito” dice Diana Uribe en su historia de la democracia: cualquier cosa lo puede romper y volverlo a armar es prácticamente imposible. La democracia no es una proyecto terminado porque los desafíos de la convivencia no se pueden predecir, lo que nos hacía convivir armoniosamente ayer quizá hoy sea la causa de un conflicto mayor.

El hecho de que la democracia esté amenazada constantemente por la naturaleza de la vida y del tiempo, no justifica que hoy vaya a minarla (estrellar los platos contra una pared en lugar de lavarlos) solamente para recordar que el ofendido fui yo en primera instancia. Se pierde la armonía, se inicia una guerra y puedo acabar desmembrando mi mundo, al que quizá estoy tan apegado que inicie una guerra más grande para recuperarlo, haciendo trizas lo que se oponga a mi deseo. Cuán parecidos son nuestras relaciones amorosa y la democracia que vivimos.

¿Cómo usar este contenido en el aula?

Convivencia es una palabra muy utilizada en los centros educativos de todos los niveles. El ejercicio de la convivencia es diario e incesante. En la calle mientras se va en carro, en las aceras mientras caminamos en medio de otras cientos de personas, en las familias, en las fiestas,  en los conjuntos residenciales, en los parches de amigos. ¿Qué hacemos ahora?, ¿para dónde vamos ahorita?, ¿qué tomamos qué comemos? La elección de jugadores para un cotejo deportivo entre amigos es otro ejemplo: una vez acordadas unas reglas, todos juegan de acuerdo a ellas.

Los deportes ejemplifican bien la separación de poderes que tuvo que inventar la democracia. En el fútbol, la FIFA (que sería el órgano legislativo) hace las normas, pero es el árbitro (la rama judicial) del partido  el que imparte justicia, y a la que no se le puede contradecir con la pasión del juego. El sistema VAR es una especie de fiscalía con la tecnología para analizar los eventos, pero aún así, es el juez el que da una sentencia.

Un ejercicio sencillo para el aula es desafiar a los estudiantes a tomar decisiones conjuntas sobre la realización de un proyecto. Planteadas unas reglas de juego, la presentación de ideas y la argumentación debe ceñirse a ellas con la orientación de un(a) profesor(a). En este tipo de procesos es común que se produzcan animadversiones, lo cual es natural dentro de la democracia, por eso, dice Diana Uribe, la democracia es muy frágil, es un sistema que debemos estar constantemente reinventando pues la convivencia es un desafío constante.

Otra “enfermedad” de la democracia es el vasallaje o el caudillaje, según como se vea. El amor, la confianza o la pereza de entrar en contradicción hacen que algunos simplemente sigan, crean o se adhieran sin pensar a lo que un líder diga. Este tipo de comportamiento necesita de una contraparte binaria, por eso es que en el fondo, como plantea el radio picnic Vasos Comunicantes, el problema de fondo es la concepción binaria de la convivencia y el amor incondicional que se promulga en el matrimonio.

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