Bienvenidas y bienvenidos a estas 22 del 22. Saludamos a la comunidad orbitante en los salares de Bolivia o en las filas del supermercado, en el transporte público o en las cocinas de los restaurantes, en las ondas cibernéticas o en las transacciones monetarias; gestionando la cuota mensual, cancelando con tarjeta de crédito, cambiando dólares o comprando el marrano pa' los tamales con una app de un banco. No estén desolados porque la fila en el cajero es normal, el dinero es solo papel mojado.
Papel lavado es mejor. Mira una vez conocí a un poeta empresario. Poeta porque tenía cierta habilidad con las palabras; empresario porque estaba dispuesto a arriesgar sus recursos para suplir una necesidad de la sociedad y obtener de ahí un 10% en utilidades. Se necesita, solía explicar, para sobrevivir a la impiedad de este platanal como mínimo un poema diario. Al principio hacía 5 buenos poemas al día, pero la poca gente que se detenía a escucharlo, no quería darle más de 500 pesos. Cambió su estrategia de marketing, escogía una víctima distraída o melancólica y le recitaba un poema, sin importar que fuese suyo, le sacaba una sonrisa y luego le decía que era necesario ser afectado por la poesía al menos una vez al día para tener una vida sana y así la gente pagó mil pesos por cada poema. Con ingenio de ese talante llegó a ganarse 500.ooo pesos mensuales, lo cual no lo satisfacía porque en su educación había más de mil horas de estudio invertidas. Sabía que estaba compitiendo contra el cine, la radio, la televisión, el teatro, el circo, los bares, el licor, la iglesia, los atardeceres, las drogas; por eso hizo aparatosas estrategias de mercadotecnia que surtieron efecto, tuvo que contratar gente para que le escribieran los poemas y con el tiempo se dio cuenta de que se había vuelto rico con la poesía, pero, temió que en él hubiera muerto el poeta y sólo quedaba el empresario. Se puso a escribir un poema para espantar esa idea, mas con tanto tiempo sin práctica ya no sabía si lo que había escrito era un poema o un balance de cuentas.
Al final todos estamos dispuestos a vendernos. De Ric y su conjunto, Todo barato, año 1993.
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