Auto-objetivación en la vergüenza
La honte d’exiter par Pierre Ancet (1)
Traducción de Vilma Penagos Concha
Especial para Tercera Órbita
La dimensión ontológica de la vergüenza es la más cercano a lo íntimo como constituyente del yo, pero que se trate de la intimidad en relación con uno mismo o en relación con el otro, la vergüenza separa, crea distancia.
Distancia de uno mismo, pues uno no puede verse ni soportarse; y distancia de los otros, porque hay que permanecer oculto. Uno sabe que la vergüenza contamina y que es difícil de compartir. Mejor morir que decir vergüenza.
En la vergüenza ontológica, la alteridad penetra constantemente en el registro personal. Uno se cosifica a sí mismo, por no encontrar el apoyo necesario para ser sujeto. Cuando Sartre opone el para-sí-mismo (lo que uno es para sí mismo) al ser-para-otro de la vergüenza, plantea una libertad siempre suficiente para poder existir contra el juicio externo. Para Sartre (1943, p. 328), la vergüenza se identifica con la experiencia de nuestro ser-para-otro (lo que somos, como objetos, para los demás): “La vergüenza pura no es la sensación de ser tal o cual objeto reprobable sino, en general, de ser “un objeto”, es decir “reconocerme” en este ser degradado, dependiente y congelado que soy para otros”.
Esto se aplica perfectamente a muchas situaciones de discapacidad en las que uno encuentra esta manera de aceptar la cosificación de uno mismo. Pero, para hacerle resistencia, para oponerse a ella, es necesario sentirse existir, sentir la propia libertad, saber contrarrestar esta mirada. Es necesario, además, permitirse ser el autor de sus propios juicios, de su propia ira, reconocida como legítima. En la vergüenza ontológica, el sujeto a menudo, no tiene suficientes recursos para distinguirse de la mirada que los otros posan sobre él, de este ser- para-otro degradado que siente que es. Tomar la palabra, emerger como sujeto es a menudo mucho, demasiado para el sujeto que se avergüenza de lo que es.
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La condena interior
Aunque es probable que tenga sus raíces en la condena social o intrafamiliar, la vergüenza ontológica ya no parece estar relacionada con una situación social dolorosa. Está tan interiorizada que el desprecio social sólo puede acentuar su pesadez. Es la razón por la que uno no puede redimirse. El castigo, incluso si se soporta durante toda la vida, nunca será suficiente. Del tribunal interno que condena al culpable por mala conducta y espera castigo, pasamos a este murmullo palpitante que abruma al avergonzado sin apelación: “apestas, no vales nada” (Cyrulnik, 2010, p. 26).
En la práctica, la vergüenza y la culpa no son susceptibles de separación: se refuerzan mutuamente y degradan la autoestima (Murphy, 1990, p. 134). Pero Robert Murphy señala que, en el caso de la discapacidad, hay una inversión de la causalidad que las conecta: en general, como resultado de una acción errada uno se siente culpable; si la culpa es de conocimiento público, se le agrega vergüenza social y el término de este proceso es un castigo. «En el caso de una persona cuyo cuerpo está disminuido, el proceso evoluciona del castigo (discapacidad física) a la vergüenza y a la culpa (…) en la forma de esta pregunta obsesiva y nunca explicitada: ¿Qué he hecho para merecer esto?» (Ibid.).
La vergüenza ontológica va más allá de la vergüenza social. La discapacidad ya no aparece como un castigo, sino como una condición relacionada con la falta de valor intrínseco. Esta forma de vergüenza no depende en sus manifestaciones de los juicios circundantes, en el sentido de que estos pueden ser positivos mientras la vergüenza perdura, así como el sentimiento íntimo e inexpugnable de ser culpable. El hecho es que la vergüenza puede ser reforzada por esos juicios y esas miradas. La vergüenza ontológica parece ser un sentimiento social asimétrico. Sólo afianzada en el sentido de la depreciación. ¿Ya sea porque la internalización es tan fuerte que sólo necesita ser confirmada por el entorno humano? ¿ya sea porque uno mismo considera su lugar social ” natural ” como propio de la invisibilidad o de la ausencia?