A una ciudad del norte yo me fui a trabajar
Manu Chau
Por Cony Quiroz*
Especial para Tercera Órbita
Migrar a Estados Unidos es una decisión de riesgos y oportunidades. María asumió el reto de narrar las historias que a diario veía pasar, historias de otros migrantes, que al igual que ella, decidieron quedarse para encontrar algo de la estabilidad que en América Latina escaseaba. La escritura era su refugio, el acto que la salvaba cada vez que se sentía lejos de casa.
Se llamaba María, pero sus amigos le decían viajera, llevaba cinco meses en Estados Unidos como inmigrante, contaba con dos cobijas de algodón, unas sábanas, una colcha infantil de Paw Patrol y una cama heredada de Génesis, la anterior casera. La mesita de noche se la había regalado un amigo colombiano y la silla se la dejó una profesora ecuatoriana, que cansada de vivir en los Estados Unidos, decidió regresar a su tierra después de 7 años. El escritorio lo adquirió en una venta de usados. La cultura de reutilizar y comprar objetos de segunda mano es muy común, existen tiendas y organizaciones que trabajan con donaciones que después venden a un menor valor. Esta forma de economía, además de contribuir con el medio ambiente, fortalece las relaciones entre las comunidades. El resto de elementos que la acompañaban eran su computador, un par de libros en español, un diccionario de inglés y su mochila de 25 libras.
Estados Unidos ha acogido a miles de personas que buscan ahí lo que sus países de origen no tienen, por eso la diversidad cultural es tan robusta como los intereses de cada persona que llega al país de la libertad. En este sentido, al pensar en la forma de estabilidad que busca cada inmigrante frente a la organización de su espacio, está la opción de recoger muebles en buen estado que fácilmente se ven en las calles. Sofás, mesas, sillas y camas para quien las pueda necesitar. La decisión de migrar implica asumir riesgos y atravesar dificultades, desacuerdos, malentendidos por desconocer la lengua y un sinnúmero de barreras culturales, económicas, políticas y sociales que lejos de casa te puedes encontrar.
Las condiciones actuales de Estados Unidos no son las más favorables para los inmigrantes. Con la elección de Donald Trump en noviembre de 2024, los derechos de las mujeres se seguirán viendo afectados a razón de la falta de democracia y oportunidades. Para nadie es un secreto que el presidente electo, aparte de ser declarado culpable por múltiples cargos, también es conocido por sus ataques misóginos y racistas en contra de las mujeres. María no era ajena a esta situación, es más, como otra de los 281 millones de migrantes internacionales que existen, tenía que ocuparse de su condición y atender la realidad de un fenómeno contemporáneo tan complejo que no paraba de crecer.
Tan pronto consiguió lo necesario para empezar, supo que en el camino encontraría el resto de enseres que le pudieran representar estabilidad. Tiene 40 años, pelo largo, ojos marrón, se sentía vital y creía que a esa edad lo que no se conseguía por la gestión y adquisición, llegaba siempre por una especie de reciprocidad en la que indiscutiblemente creía desde hacía 15 años, cuando había iniciado su periplo viajero. El poema de Cénix Callejo que a veces leía en voz alta la animaba: que reciprocidad, en la gran mayoría de ocasiones, no es dar lo mismo que recibes. Que reciprocidad es recibir lo que necesitas y dar lo que le hace falta al otro.
En el sur del norte
Hacía pocos meses que había llegado a Carolina del Norte en busca de nuevas historias para contar, había dejado su condición de turista para convertirse en inmigrante, había dejado su país de origen, Colombia, para sumergirse en una cultura completamente diferente. Actualmente en Carolina del Norte viven aproximadamente 10´000.000 de personas, según los datos del censo de 2022, de ellas 900.000 son inmigrantes y la mitad provienen de América Latina. Una cifra que no le permitía sentirse sola, y le ayudaba a creer que, así como ella, detrás venían otras mujeres con sueños y misiones. Finalmente, la complejidad de vivir en cualquier país no dependerá sólo de sus mandatarios, sino también de las decisiones que se eligen para confrontar su bienestar y seguridad.
Carolina del Norte hace parte de los estados del sur, cuenta con abundante vegetación, zonas rurales, montañas, cercanía a la playa, lagos y muchos parques adonde ir a caminar. Lo primero que pensó al llegar a este Estado fue en conseguir rápidamente un cuarto seguro donde poder alojarse.
Se ubicó en Durham, una de las ciudades más importantes junto a Chapell Hill y Raleigh, tres centros urbanos que conforman el triángulo de investigación donde se fomenta el desarrollo empresarial y tecnológico gracias a la presencia de importantes Universidades: Duke University en Durham, University of North Carolina en Chapel Hill y North Carolina State University en Raleigh. Estos recintos ofrecen a las ciudades un rango cultural atractivo donde María a veces encontraba algo de entretenimiento.
Virginia Woolf decía que para que una mujer pudiera escribir, sólo necesitaría tener dinero y una habitación propia donde refugiarse de las asperezas que trae el tiempo. Por eso la llegada del escritorio significó la entrada de luz. Lo ubicó frente a la ventana facilitando que su mirada se escapara para buscar las palabras que describieran todo cuanto experimentaba en su nueva vida. El ejercicio de escritura debía ser constante y en calma, no siempre era fácil escribir en medio de los impetuosos vientos. Tenía el cuarto que aconsejaba Virginia Woolf, pero no el dinero ni la estabilidad, una constante para todas las inmigrantes. A veces, pensaba en la necesidad de alejarse de todo y de todos para ganar profundidad en las ideas que necesitaba plasmar en su escritura.
La sobrevivencia se cuenta
Leo, un viajero de Venezuela, llevaba 3 años viviendo en Estados Unidos cuando tomó la decisión de vivir en su carro durante 7 meses. Ante la curiosidad de saber por qué se pueden tomar este tipo de decisiones, honestamente contestó: Lo que me motivó fue una circunstancia netamente económica, tenía más o menos 18 meses y veía que no avanzaba, aunado a eso la separación de mi familia y la muerte de mi madre, me causan un descalabro emocional, sin embargo, yo tenía un plan de lo que iba a hacer. Estaba bastante triste, me fui a San Francisco y duré por allá 3 días, fue en el viaje donde tomé la decisión, y me puse a pensar en las cosas que necesitaba; cobijas, una colchoneta, utensilios, una cocina, un sartén, una greca para a hacer mi café, un refrigerador portátil para carro, almohadas y cortinas para que no me vieran cuando estuviera durmiendo.
Eso me daba seguridad, también era importante escoger muy bien la ciudad donde iba a vivir, por eso hice varios survey (inspecciones): San Francisco, Alicio Viejo, Orange County. Terminé viviendo en una ciudad muy cercana a San Diego que se llama Cars Bad, ahí empecé mi vida en el carro, y bueno, la terminé en Rancho Bernardo, la ubicación del wherehouse de Amazon, donde trabajaba y prácticamente vivía porque dormía todas las noches en ese estacionamiento.
Así como Leo, deambulan a diario innumerables viajeros que coinciden con la idea de que sólo es cuestión de tomar la decisión y en el camino se van afinando los hilos y entramados de cómo lograrlo. Hay quienes llegan donde un familiar y se acomodan como pueden mientras logran rentar un espacio, otras personas se van a trabajar como internas en casas donde cuidan niños o ancianos, otros optan por el carro, o se casan movidos por el amor o por la ambición de vivir en America. Adaptarse no es fácil, pero tampoco imposible, todo depende de la forma en que el trashumante decida moverse. Lo usual es trabajar, y cuando sobra tiempo descansar o pensar en un futuro inexistente.
Un cuarto propio
Las palabras de Leo dieron coraje a María. Pasaba tardes y noches enteras en su habitación, especialmente los domingos que no trabajaba. Leía y escribía todo el día. Iba de la cama al teclado y de ahí al libro, en ocasiones al baño; sólo cuando sentía mucha hambre buscaba qué preparar, por lo general sándwiches, pasta, huevos y/o ensaladas, algo excesivamente fácil de hacer para que no se le escapara el tiempo de acumular palabras que buscaba plasmar en la pantalla. La luz del cuarto era tenue, así que compró una lámpara de segunda mano para proyectar su sombra. Logró encontrarse con las otras que a ratos ella también podía ser. Cada rincón se convirtió en un refugio en que la creatividad fluía libremente y podía experimentar con voz propia. La mezcla de objetos, cada uno con su historia, contribuía a crear un ambiente de pertenencia y paz. Así, su pequeño mundo se transformó en un lugar donde las ideas podían germinar, donde cada palabra escrita se sentía como un paso más hacia su propia identidad. La escritura es la guarida que la espera cada vez que decida contar una nueva historia.
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*Licenciada en Español y Literatura y Magister en Estudios de la Cultura y Literatura Hispanoamericana de la Universidad Andina de Ecuador. Ha sido docente y promotora de lectura en diferentes regiones de Colombia con el Ministerio de Cultura, Ministerio de Educación y la Biblioteca Nacional de Colombia. Es viajera, actualmente recorre Estados Unidos e imparte clases online de español a extranjeros. Participante del Taller de Periodismo Complejo impartido por Tercera Órbita.
Maravilloso relato de Conny Maruja!! Me encantan sus sombras, siempre alegres.