En un mundo atravesado por la prisa, la productividad voraz y los resultados veloces, elegir el ritmo propio es una forma de revolución silenciosa.
Por Mónica Garcés*
Especial para Tercera órbita
Y es que escribir honestamente sobre correr es también (en cierta medida) escribir honestamente sobre mí – dijo Haruki Murakami – cuando escribió De qué hablo cuando hablo de correr. Él además de escritor, es corredor, y atravesó en el kilómetro setenta y cinco los límites de su humanidad en 1996, cuando corrió la ultra maratón de cien kilómetros del lago Saroma.
Mi historia inicia en el kilómetro cero, sin experiencia, sin conocimiento sobre el deporte y sin haber leído aún el texto de Haruki Murakami. Me describo fácilmente como esa persona que solía decir: ¡Qué pereza! Correr no es divertido.
Si nos detenemos a pensar por unos segundos, el acto de correr está intrínsecamente relacionado con nuestra humanidad, primero aprendemos a gatear, a caminar y después a correr. Actualmente el acto de correr se relaciona desde el hacer absorto en la productividad voraz. Iniciamos el día sin falta corriendo, desde que despertamos. Decidir dormir 5 minutitos más, cambia el ritmo y la velocidad del día. Para aquellas personas que no les pasa esto, considérense afortunadas.
El punto es que, sea cual sea la explicación o motivación, todos podemos correr. Algunas personas lo hacen desde la inconciencia, otras por hobby, algunas en ligas profesionales y otras como yo pasamos de correr sin pensar, a simplemente correr por el impulso natural. Porque un día cualquiera quisimos romper nuestros propios límites, atravesar el muro de la resistencia y de las frases apáticas como yo no puedo o a mí no me gusta, que en mi caso, me encontraba surfeando entre estas dos.
El 22 de noviembre de 2024, ante la presencia del volcán Galeras en la fría, pequeña y fragmentada ciudad de Pasto, a seis semanas antes de iniciar las actividades del Carnaval de Negros y Blancos, me inscribí en la carrera atlética del carnaval. Correría mis primeros 10 kilómetros.

Un programa de entrenamiento

Empecé leyendo sobre el running en Colombia, necesitaba entender y aprender lo básico sobre esta disciplina. Es un deporte que empezó a tomar popularidad entre los años 70 y 80 coincidiendo con el auge del atletismo a nivel internacional. Desde el año 2000 se desarrollaron carreras icónicas como la Media Maratón de Bogotá y de ahí en adelante se da una expansión y profesionalización. En Bogotá la Carrera de la Mujer empezó a promover valores de inclusión. Desde el 2010 en adelante, gracias a las redes sociales, reventó el boom del running con el auge de las aplicaciones de entrenamiento y el enfoque en la vida saludable. Al igual que el crecimiento de carreras urbanas y de montaña (trail running) abrieron el abanico de posibilidades para las personas corredoras. Eventos como el Ultra Trail Colombia y la Maratón de Medellín reflejan esta tendencia.
Revisé material audiovisual y comprendí que aquel reto requería de mayor compromiso del que había imaginado y aún así, sin haber corrido mi primer kilometro, sentí cómo se dilataban aquellas frases limitantes y de resistencia. Mi objetivo se enfocó en correr y respirar de manera simultánea durante los 10 kilómetros.
Me inspiré en las grandes corredoras como Angie Orjuela, Kellys Arias, Leidy Romero, Yolanda Caballero, entre otras mujeres maratonistas de élite que han entregado su vida al deporte convirtiéndose en referentes de esta disciplina en Colombia. También me inspiró figuras internacionales femeninas como Yalemzerf Yehualaw, de Etiopía, quien en febrero de 2022 logró récord mundial en los 10 kilómetros de ruta con un tiempo de 29:14.
Semana uno: el error
Tal vez el clima es el responsable de nuestra energía física y emocional. En lo personal, el sol significa una recarga de energía poderosa, se siente como si fuese el primer día en un lugar desconocido, donde cada rincón es motivo de asombro y esta sensación se convierte en el combustible para caminar largas distancias.
Aquel domingo soleado sentí esa misma sensación y corrí como si fuera el día de la carrera. Llevé mi cuerpo al máximo, error fatal. Aquel día estaba programada una carrera de la cual no estaba enterada y confundí la ruta con la ciclovía dominical. Estaba corriendo una carrera sin saber. Así de emocionada estaba, así de fuerte calentaba el sol y en ese momento no fui consciente de esa totalidad.
Aceptar el error no fue fácil, tocó fibras internas que dolieron, se movilizó una energía que me llevó al desequilibrio y me sacó del automatismo. Algo salió como no lo esperaba, dos días después de aquel día soleado empezó el dolor en el pie.
Semana dos: el dolor

Pensé mucho en las personas que son atletas de alto rendimiento, en su disciplina, su constancia, su pasión y su tolerancia al dolor, a todo aquello que deben enfrentar cuando se trata de una competencia. Es un compromiso estrecho con el deporte, es una decisión de autonomía y libertad.
Recuerdo que Haruki Murakami en su libro mencionó que había un corredor que aprendió de su hermano la siguiente frase: Pain is inevitable. Suffering is optional. El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional. Depende de uno.
Fasciitis plantar fue el diagnóstico, el dolor que apareció en el pie se extendió hasta la mitad de la tibia. Comprendí que el error duele. El dolor no es solamente físico, sino que también alcanza a herir la autoestima y activar memorias profundas. ¿Por qué me pasa esto? —Me pregunté—.
Reflexioné cada segundo sobre lo importante que es detenerse para conocer, sentir y habitar nuestro cuerpo en su totalidad, como si estuviéramos leyendo un libro.
Regresé al día uno. Esta vez me acerqué al running habitando mi cuerpo. El deseo de correr me llevó a saltarme la semana de acondicionamiento, y aquel dolor fue el grito de reclamo que me obligó a comenzar por segunda vez. Y es que el tabique que separa la sana autoconfianza de la insana arrogancia es realmente muy fino. —Como diría Haruki M—.
Semana tres: el descanso
Descanso, según la Real Academia Española, se explica como el acto de reparar las fuerzas con la quietud. Era exactamente lo que necesitaba en la semana tres.
Mientras aún estaba en la cama, con las cortinas a medio abrir y los ojos perezosos, vi a través de la ventana al día martes gris, frío y lluvioso. En un momento de neblina mental aproveché y me levanté. Ropa deportiva lista, desayuno listo, calentamiento listo, pronóstico del clima, escasas probabilidades de que nos sorprendiera el sol. Salí a correr. En la tercera semana decidí inyectarme una dosis de energía con música para los 30 minutos de entrenamiento.
Investigué rápidamente sobre los efectos de la música en el deporte y existe un número significativo de estudios científicos en los cuales se abordan los beneficios y el impacto que tiene la música en la actividad deportiva. La Universidad Brunel en Reino Unido y el Colegio Americano de la Medicina del Deporte han publicado investigaciones que vinculan la música con el deporte.
En este caso particular, en el running, se habla de que la música debe estar sobre los 150 bpm (beats por minuto), que normalmente se encuentra en la música electrónica. En lo personal, no logro escuchar más de dos canciones de electrónica seguidas, así que me decidí por un mix musical algo exótico que me permitiera viajar por las músicas del mundo mientras corro, debo decir que cada canción fue de mi elección. La play list empezó con Tuve que quemar de Sara Hebe.
Semana cuatro: la fortaleza
Surgió una fuerza tranquila, no impulsiva. Sentí más fuerte mi cuerpo y naturalmente se activó el campo de percepción. Corrí observando la ciudad y sus dinámicas. En las primeras horas de la mañana, después del amanecer, se siente cómo la ciudad respira un ambiente de calma; los árboles se ven más verdes, el aire se siente más liviano, se escucha el cántico de los pájaros, el ladrido de los perros retumbar en los últimos pisos de los edificios que bordean las calles, los parques se habitan de formas colectivas y los rayos de sol llegan solamente hasta las ventanas de los últimos dos o tres pisos (pero este es otro tema).
Regresando al running, y a dos semanas de la carrera, continué con la terapia del pie. Mejoró a paso lento, seguí con disciplina las recomendaciones de entrenamiento que incluían ejercicios de movilidad, estabilidad, fuerza y resistencia; sin perder de mira la buena alimentación, hidratación y buen descanso, lo que más disfruto después de cada entreno.
Inició la temporada de lluvias intensas, y a pocos días de las novenas —rituales navideños que en Colombia se celebran del 16 al 24 de diciembre, cuando abunda la comida, la fiesta y el licor —, la voluntad y la energía resultaron afectadas, ¿corro o no corro? La pregunta del día. En definitiva, cuando se ha invertido tiempo y energía en un propósito, las excusas pierden su fuerza. Salí a correr. Aquí fue cuando escuché Eye of the tiger de Survivor.
Semana cinco: la comprensión
La fortaleza permite abrir los ojos con menos miedo para comprender y desbloquear las puertas de las sombras que ocultamos en lo profundo de nuestra alma. Comprendí que con cada kilómetro, atravesaba las etapas de una ruta que me permitió volver a conocerme, como si fuera la primera vez.
En la semana cinco dejó de pesarme la necesidad de ver resultados, me acerqué a disfrutar el proceso y tratarme con delicadeza sin importar los tiempos y las distancias. No puedo negar que usé en varias ocasiones la neblina mental para levantarme y salir a correr en los días fríos y lluviosos. No quería por ningún motivo romper el compromiso que había firmado conmigo misma.
Semana seis: la emoción
Comprender desbloquea una liberación emocional natural. La última semana, mientras gran parte de la ciudadanía pastusa participaba de las novenas hasta altas horas de la noche —y en algunas ocasiones, hasta la madrugada—, yo tan solo seguía corriendo. Más allá de cambiar mi habitual ritual navideño, esa semana estuvo cargada de alegría, logré superar mi propio tiempo y distancia. Si bien aún no llegaba a los 10 kilómetros, corrí a buen ritmo y a un paso constante, mientras escuchaba Shoul I stay or should I go de The Clash.
Recorrí la ruta que propuso la carrera y me sentí llena de energía, con una profunda sensación de serenidad por el trabajo realizado. Siguiendo las recomendaciones de los expertos en el tema, los dos últimos días de entrenamiento fueron suaves, y el último día solo hice una activación previa a la carrera —intercalar 5 minutos corriendo y 2 minutos caminando durante 20 minutos—. El dolor del pie que me acompañó a lo largo de los días de entrenamiento desapareció e incluso mi relación con el frío y la lluvia mejoró.
Día de la Carrera Atlética del Carnaval

Es el momento en que la vida se reorganiza con el aprendizaje incorporado. En la Plaza del Carnaval se sentía el ambiente fiestero. Invité a toda mi familia y amigos cercanos a este evento, para mí era un día muy especial, era el día en el cual atravesaría mis límites, y aún con un poco de miedo por mi pie y porque no había logrado los 10 km en el entrenamiento, el sentimiento de ¡yo puedo! y la confianza en haber hecho lo mejor posible en el entrenamiento me superaba.
Esta parte de la historia suena a Todo con coco de Malecón y Nidia Góngora. Cada kilómetro tiene sus matices, del 1 al 3 sentí cómo empezaron a quemar las piernas, del 3 al 5 la tensión empezó a bajar, del 5 al 7 corrí en un estado de calma y tranquilidad. Los primeros 5 kilómetros representaban para mí un tiempo que necesitaba mi cuerpo para encontrar su centro, su velocidad.
Un espacio para entrar en confianza con todas las sensaciones y emociones.
El ambiente de carnaval estuvo presente con grupos musicales, danzarines y carioca, nos animaron a lo largo de la ruta. Alcancé a escuchar una canción: La Guaneña. Una melodía tradicional de nuestra región nariñense. Aquel sonido me hizo sonreír y palpitar el corazón de orgullo. Seguí corriendo.
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Cuando la aplicación me informó que había superado el kilómetro 8, supe que entraba en terreno desconocido. No sabía cómo iba a responder mi cuerpo. A esto se sumó que la batería de los audífonos se agotó y me quedé sin energía musical. Seguí corriendo, concentrándome únicamente en correr y disfrutar. Aproximadamente a 500 metros de la meta exprimí las últimas gotas de energía y aceleré el paso.
Crucé la meta. Mientras tomaba un respiro revisé los datos de la plataforma y me llevé una gran sorpresa, corrí 10 kilómetros en 1 hora y 07 minutos. Superé muy por encima mi propio récord. Y sí, llegué corriendo y respirando al mismo tiempo.
Desde el kilometro 0 al kilometro 10 transcurrieron seis semanas, 78.26 kilómetros en los que no solamente aprendí a correr, aprendí que el error se puede convertir en el espejo de la conciencia y que con el dolor aflora la crudeza de la frustración para enfrentar el miedo; que en el descanso es válido permitirse el no reaccionar, que en la fortaleza se encuentra la resiliencia y la capacidad de sostenernos, que en la comprensión aprendemos la lección, que con la emoción se activan los sentimientos más elevados, y es en la recompensa donde se revela el profundo bienestar. Aquí fue cuando escuché Gozar hasta que me ausente de Paloma del Cerro.



* Arquitecta egresada de la Universidad de La Salle (Bogotá). Apasionada por la construcción de procesos colectivos, en especial aquellos vinculados a la arquitectura de la ciudad. Su recorrido en estudios de vivienda colectiva la ha llevado a profundizar en el acto de habitar, entendiendo el espacio no solo como forma física, sino como una extensión del cuerpo y la memoria, principios fundamentales para concebir una arquitectura con sentido humano y simbólico. En este mismo camino, ha encontrado en el running (o en el deporte) una herramienta sensible para habitar el cuerpo y escuchar el lenguaje del espíritu.
Fotos por Piedad Coka
Maravillosa crónica y reflexión, gracias por trasmitir tu experiencia tus palabras son el abrazo que impulsa.